2043. Hacer las obras de Dios con fe

Por la señal de la Santa Cruz de nuestros enemigos, líbranos, Señor Dios nuestro, en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.

Señor mío y Dios mío, creo firmemente que estás aquí, que me ves, que me oyes.

Te adoro con profunda reverencia.

Te pido perdón de mis pecados y gracia para hacer con fruto este rato de oración.

Madre mía inmaculada, San José, mi Padre y Señor, ángel de mi guarda, intercede por mí.

En el Evangelio de hoy se recoge una escena de nuestro Señor Jesucristo en la que hay una pequeña queja de Jesús.

Dice así, en aquel tiempo, bueno, no tan pequeña la queja, ahora que lo pienso, en aquel tiempo la gente se apiñaba alrededor de Jesús, como tú y yo nos apiñamos alrededor del Señor para hacer nuestra oración, y Él se puso a decirles, a enseñarnos.

Son palabras que se dirigen también a nosotros hoy aquí.

Todo el Evangelio se ha escrito para ti, para mí, hoy y ahora.

Esta generación, dice Jesús, es una generación perversa.

Pide un signo, pero no se le dará más signo que el signo de Jonás.

Pues como Jonás fue un signo para los habitantes de Nénive, lo mismo será el Hijo del Hombre para esta generación.

Lo recordamos bien, como Jonás anuncia que si no se convierten serán destruidos y todos, desde el mendigo hasta el rey de Nénive, hacen penitencia y Dios los perdona.

La reina del sur se levantará en el juicio contra los hombres de esta generación y hará que los condenen, porque ella vino desde los confines de la tierra para escuchar la sabiduría de Salomón, así se nos dice en la Biblia.

Y aquí hay uno que es más que Salomón.

Los hombres de Nénive se alzarán en el juicio contra esta generación y harán que la condenen, porque ellos se convirtieron con la proclamación de Jonás y aquí hay uno que es más que Jonás.

Nuestro Señor reprocha a sus contemporáneos su falta de fe.

Es una generación perversa, llega a decir.

¿Por qué? Pues porque han visto cosas prodigiosas, sus milagros, su predicación, y no creen en Él.

Han oído la verdad y no la aceptan.

Han recibido la gracia y se cierran a ella, al menos a algunos de los hombres de esa generación.

Y siguen constantemente pidiendo una señal que no les servirá de nada, porque si no creen, pues ¿de qué sirven las señales? Además, Cristo es la señal.

Tú, Jesús, eres la señal.

Y aludes a tu muerte y resurrección al compararla con la señal del profeta Jonás, que estuvo tres días y tres noches en la ballena, igual que tú estarías, Señor, tres días en el vientre de la tierra.

Yo pensaba en cada uno de nosotros al leer este Evangelio.

También nosotros, tú y yo, estamos en un momento privilegiado de la historia de la Iglesia.

También, si tomamos conciencia, nos daremos cuenta de que estamos en plena recristinalización del Occidente, de la vieja Europa y del norte de América, países que parece que se alejan de Dios, pero al mismo tiempo hay una sed de Dios en nuestros compatriotas, en nuestros ciudadanos, inmensa.

Nos damos cuenta, Señor, de que hay también muchos milagros.

Basta ver las Jornadas Mundiales de la Juventud o las conversiones.

Por ejemplo, en Inglaterra, tantas conversiones al catolicismo y en muchos otros sitios.

Todos nosotros vemos proliferar iniciativas apostólicas que atraen mucho a muchas personas.

Todos nosotros hemos oído tantas cosas verdaderas a través de la proclamación del Evangelio, a través de las enseñanzas de los papas.

Recibimos muchas gracias.

La vida de familia, el ejemplo de la entrega de amigos y conocidos.

¿Qué más queremos, qué más necesitamos para creer y convertirnos, para soñar con la expansión de la Iglesia desde nuestro lugar, con los medios que contamos? Todas estas son señales de Dios que nos dicen, hijos míos, estáis en buen camino, pero ánimo, id y predicad el Evangelio, no os durmáis.

Tenéis un tesoro en vuestras manos, hacerlo frutificar.

Creed en mí, el mundo no puede nada contra vosotros.

Señor, ¿cómo anda nuestra fe, nuestra visión sobrenatural, nuestro optimismo apostólico, nuestro saber suscitar la toma de conciencia de la llamada de Dios en muchas almas? A veces se ve,