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2045. Autenticidad

2045. Autenticidad

10/15/2025 · 24:22
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Meditación sobre el Evangelio del miércoles de la XXVIII semana del Tiempo Ordinario. Continúa la comida en casa del fariseo, y el Señor lanza las famosas invectivas contra los fariseos y los doctores de la Ley, por su doble vida y su falta de autenticidad. Aprovechamos para meditar sobre este concepto cristiano, la unidad de vida, acuñado por San Josemaría, sirviéndonos, precisamente, de unas palabras suyas, pronunciadas durante una homilía en el Campus de la Universidad de Navarra, el 8-X-1967.

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Por la señal de la Santa Cruz de nuestros enemigos, líbranos Señor Dios nuestro, en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.

Señor mío y Dios mío, creo firmemente que estás aquí, que me ves, que me oyes, te adoro con profunda reverencia, te pido perdón de mis pecados y gracia para hacer con fruto este rato de oración. Madre mía inmaculada, San José mi Padre y Señor, ángel de mi guarda, intercede por mí. Hace un tiempo fui en coche a un sitio, a casa de mi madre, y al aparcar en la puerta, había, más bien al intentar aparcar, pues no encontraba hueco suficiente y había una especie de obra y un obrero que me vio, me vio vestido de sacerdote dentro del coche, me dijo, Padre, Padre, por aquí, no se preocupe, y entonces empezó a quitar una valla para hacerme un hueco y justo en ese momento pues yo empecé a emparcar ahí y justo en ese momento se abrió la puerta del portal y salió una de mis hermanas y entonces el obrero me estaba ayudando, me estaba mirando y me dijo, bueno, no se quejará, Padre, ¿no? Y en ese momento se dio la vuelta, vio a mi hermana y le dijo, adiós, guapa, y siguió hablando conmigo y entonces mi hermana me miró con cara de desconcierto de ¿quién es este, este que está con mi hermano y que me piropea por la calle? Bueno, pero lo cuento como una...

Mi hermana sonrió, ¿no? A veces un piropo sano, pues alegra, y ¿quién de nosotros no querría oír un piropo de ti, Señor? Del mismo Jesucristo, del Dios encarnado hecho hombre. En el Evangelio hay varios. Está aquel piropo entrañable a su madre de Jesús. Más bien, bienaventurados los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen. O está aquel piropo a la fe del centurión. Os aseguro que no he escuchado, no he visto una fe como la de este hombre en Israel. O el piropo a aquella mujer samaritana o mujer que grande es tu fe. Y está también el piropo a Natanael. Ahí tenéis a un israelita de verdad en quien no hay engaño.

Natanael es auténtico y a Jesús le agrada lo auténtico. Incluso aunque antes hubiera dicho algo peyorativo para su ciudad donde vivía Jesús hasta ese momento, de Nazaret puede salir algo bueno. A Jesús le da igual y dice ese piropo. Ahí tenéis un israelita de verdad en quien no hay engaño.

El Evangelio de la misa de hoy recoge por contra algunos reproches de Jesús a los hombres de su época, en concreto a los fariseos y doctores de la ley.

Precisamente les reprocha su actitud contraria a la de Natanael. Es decir, les reprocha la doblez de vida, la falta de autenticidad de su vida, la falta de coherencia. Y les dice, hay de vosotros fariseos que pagáis el diezmo de la hierbabuena, de la ruda y de toda clase de hortalizas mientras pasáis por alto el derecho y el amor de Dios. Esto es lo que había que practicar sin descuidar aquello. Porque nosotros nos damos cuenta que cumplir una serie de normas rituales como pagar un diezmo, etcétera, pues es menos importante que vivir la justicia con los demás, vivir la caridad, amar a Dios.

Sigue diciendo el Señor, hay de vosotros fariseos que os encantan los asientos de honor en las sinagogas y los saludos en las plazas. Aquellos hombres que eran los como los ejemplos del modo de vivir la religión, pues deberían ser personas humildes y no vanidosas y soberbias. Hay de vosotros que sois como tumbas no señaladas que la gente pisa sin saberlo. Porque la tumba para un judío era algo impuro, lleno de carroña.

Y entonces lo que les dice el Señor es que son por dentro, en su corazón, pues hay tantos pecados no confesados. La gente les considera buenos pero no son tan buenos. Y entonces le replicó un maestro de la ley. Maestro, diciendo eso nos ofendes también a nosotros. Y él dijo, hay de vosotros también, maestros de la ley, que cargáis a los hombres cargas insoportables mientras vosotros no tocáis las cargas ni con uno de vuestros dedos. Aquellas personas exigían algo que ellos no cumplían.

Eran hipócritas. Y a ti, Señor.

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