
209. Perdón pedido y no concedido

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La Fundación Pablo VI fue escenario de un acto de perdón promovido por la CONFER junto al colectivo ‘Las desterradas hijas de Eva’, en el que se reconocieron públicamente los abusos sufridos por mujeres internadas en centros del Patronato de Protección a la Mujer. Este organismo, creado en 1941 bajo el franquismo y activo hasta 1985, funcionó como un dispositivo de control social que recluía a jóvenes por razones morales según los parámetros del nacionalcatolicismo. Madres solteras, chicas consideradas problemáticas o con orientación sexual no aceptada fueron encerradas en instituciones donde muchas vivieron humillaciones, castigos y rupturas personales profundas. Tras un año de diálogo con las supervivientes, se articuló un evento como gesto de justicia simbólica. No obstante, el desarrollo del acto derivó en tensiones inesperadas y expresiones de protesta que desbordaron el marco previsto, evidenciando heridas aún abiertas. A pesar de ello, el gesto de responsabilidad y el trabajo de memoria marcan un compromiso firme con la verdad y la dignidad.
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Hola, ¿qué tal estás? Como me imagino que ya sabes, el pasado 9 de junio se celebró un acto público de petición de perdón en el que varias congregaciones religiosas, en relación a los reformatorios del extinto patronato de protección a la mujer, un organismo nacido con la intención de proteger a las mujeres españolas de la trata de personas pero que, durante el gobierno militar de Francisco Franco, terminó por convertirse en un elemento que coordinaba la reeducación de aquellas mujeres que no encajaban con el ideario del régimen.
Mantuvo su actividad hasta 1985 y, hasta entonces, hubo muchas víctimas de todo tipo de violencias.
El acto de petición pública de perdón había sido trabajado a puerta cerrada durante un año junto con supervivientes y sus representantes a fin de consensuar cada palabra y gesto.
Sin embargo, durante el momento clave del acto se desencadenó una reacción en contra por parte de muchas asistentes.
Se alzaron carteles con la palabra NO escrita en ellos y algunas consignas fueron gritadas.
Ni olvido ni perdón.
Hoy vamos a hablar sobre este tema que trae vida nueva en la portada.
Quédate conmigo durante la próxima media hora para ver si podemos sacar algo en claro.
Soy José Antonio y te doy la bienvenida al ducentésimo noveno episodio, el podcast de vida nueva.
Durante el primer coloquio internacional Haciendo Historia celebrado en 2014 en la Universidad de Alicante, se habló, entre otras cosas, de lo siguiente.
Miles, decenas de miles de mujeres, aún sin cuantificar, vieron desaparecer sus hijos e hijas recién nacidas en instituciones privadas y públicas de muy diversa índole.
Cárceles, reformatorios, maternidades de beneficencia… A buena parte de ellas les arrebataron a sus criaturas por razones políticas en las cárceles en los primeros años de la dictadura.
Otras mujeres, calificadas de rebeldes, descarriadas, estigmatizadas por solteras o simplemente hijas de familias humildes, fueron enviadas a instituciones de reeducación.
A muchas otras abiertamente las engañaban para traficar con sus hijos después de comunicarles tras el parto que su bebé había muerto.
Los hijos e hijas paridos por ellas eran registrados como propios por las parejas adoptivas.
De estos hechos, la Iglesia, como ente abstracto, tuvo parte de culpa por haber colaborado con el régimen que lo fomentó.
Y cobra relevancia en el episodio de hoy porque el robo y mercadeo de bebés se encuentra entre los detonantes del acto de boicot llevado a cabo durante la petición pública de perdón del pasado 9 de junio.
Mientras España celebraba el primer día del orgullo gay en 1978, el patronato continuaba enviando a psiquiátricos a las lesbianas de sus reformatorios.
El mal como concepto solo es uno y no tiene espacio concreto, es atemporal, que no se achaque a un contexto histórico determinado porque no tiene justificación alguna.
Las supervivientes convertimos el dolor en causa y hemos sobrevivido al tubo fascista más profundo que mente humana pueda imaginar.
Una institución contra las mujeres que se llamó patronato, la mayor aberración del siglo XX prolongada hasta 1985 sin que nadie hiciera nada.
A nosotras la democracia nos debe 10 años de vida y en este caso la responsabilidad es del gobierno de España y del Ministerio de Justicia.
La realidad de los reformatorios estaba dentro y ahí no entraba cualquiera.
Ningún médico se alertó de tantos cortes de venas que se producían en los mismos lugares y tampoco de las suicidas.
No importaba, se justificó como intento de fuga.
El patronato no tiene muertas en las cunetas, tiene muertas que se quitaron la vida.
Esas son las verdaderas víctimas, las que ya no viven para contarlo.
No se va a reconocer tampoco los malos tratos psíquicos ejercidos a las internas embarazadas.
La expresión para firmar en unos papeles en los que entregaban su hijo en adopción era constante.
Parían como animales ayudadas por otras internas, menores de edad en un quirófano.
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