26-04-2025 Porque Él lo espera de ti - 10 Minutos con Jesús

Señor mío y Dios mío, creo firmemente que estás aquí, que me ves, que me oyes, te adoro con profunda reverencia, te pido perdón de mis pecados y gracia para hacer con fruto este rato de oración. Madre mía inmaculada, San José, mi Padre y Señor, ángel de mi guarda, interceded por mí. Jesús, comenzamos este rato de oración uniéndonos a la oración de toda la iglesia por el eterno descanso del Papa Francisco, hoy que se celebra su funeral en Roma, y nos encomendamos a su intercesión para que como él sepamos seguirte muy de cerca Jesús y poner nuestra vida, como él, al servicio de los demás.

A punto de acabar la octava de Pascua, hoy el Evangelio nos ofrece un resumen de algunas de las primeras apariciones de Jesús resucitado. Son las apariciones que hemos ido escuchando estos días pasados, desde el domingo de Resurrección hasta ayer. María Magdalena en primer lugar, qué honor para ella. Realmente los últimos serán los primeros.

De ser una mujer despreciable, a merced del capricho de los demonios, poseída nada menos que por siete de ellos, a ser proclamada por la iglesia apóstol de los apóstoles. Jesús, que no me mueva el cómo quedo, que no me mueva lo que logro en mi propia lucha personal, en mi trabajo, en mi relación con los demás, que me mueva lo que soy a tus ojos, que me mueva hacer el bien, que me mueva lo que tú quieres de mí.

María Magdalena se lo comunica con gran alegría a los apóstoles, pero no la creen. Los discípulos que iban camino de Maús en segundo lugar, volvieron a Jerusalén con inmensa alegría tras haber reconocido a Jesús vivo. Se lo dicen a los apóstoles, pero tampoco les creen. Te presentas Jesús al fin, a los once apóstoles, y nos dice el Evangelio, les echó en cara su incredulidad y dureza de corazón, porque no habían creído a los que le habían visto resucitado. Lo mejor de ese momento, me parece a mí, la mirada de Jesús.

Una vez más, aunque tienes motivos para ello Jesús, no les miras con gesto de reproche, de disgusto, de impaciencia. Vuelves a dirigirles una mirada llena de compasión. No dejas de confiar en ellos, no dejas de esperar en ellos, y por eso, a pesar de su enésima reacción de temor y desconfianza, les dices, id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación. Ante este amor tuyo incondicional Jesús, y con la fuerza que recibirán del Espíritu Santo pasados unos días, ya no podrán ni querrán dejar de hablar de ti, de todo lo que han vivido contigo. Tan fuerte será la impronta que has dejado en sus corazones.

Es lo que hemos visto también en la vida del Papa Francisco.

Lo maravilloso es que a ti que me escuchas, y a mí, nos mira de la misma manera. Espera y confía de la misma manera.

Y el Papa lo experimentó el Papa Francisco.

Le miró misericordeando, lleno de misericordia.

Había falta que tú y yo contemplemos esa mirada de Jesús que llena nuestra alma de agradecimiento y de fe, y que nos llevará a buscar su trato y a confiar mucho en él. Nos cuenta el libro de los hechos de los apóstoles que los jefes de los judíos llevaron al sanedrín a Pedro y a Juan, porque hablaban con gran seguridad de Jesús de Nazaret.

Después de comprobar estupefactos, que eran hombres sin letras ni instrucción, nos dice la primera lectura, les prohibieron seguir enseñando en nombre de Jesús. Pero ellos con firmeza, sin amedrentarse lo más mínimo, les contestaron. ¿Acaso puede aprobar Dios que os obedezcamos a vosotros en vez de a él? Y sin esperar respuesta les dijeron, juzgadlo a vosotros mismos. Nosotros no podemos menos de contar lo que hemos visto y oído. Y continuaron difundiendo todo lo que habían visto y oído.

Es la misma llamada que nos haces Jesús a cada uno.

Te pedimos ser fieles a esta misión, que a través de nuestras palabras