264.- Papaleta

Comencemos con lo que hicimos el domingo, pero me gustaría que tú iniciaras porque hablé mucho los últimos dos.

Pues el domingo me paré temprano.

¿Qué tan temprano? Según íbamos a ir a ver a mi cuñada jugar pochito y su partido era a las nueve.

Y luego nos paramos a las siete y media para bañarnos e irnos.

Sonó la alarma a las siete y media y nos dormimos otro rato.

No vimos nada y ya no alcanzamos.

Luego ya nos paramos, nos arreglamos, no desayunamos porque no íbamos a alcanzar a llegar a las once.

Después ya nos arreglamos todo.

Ya fuimos con mis suegros para ir a dejar a Mayita porque también íbamos a llevar a Maya.

No, a la hora se nos corren de ahí.

Y como ya íbamos justo a tiempo, para que la llevamos mejor ya nomás la dejamos con mis suegros.

Y pues ya, llegamos, la dejamos.

Y en eso se me ocurre mandar un mensaje de que onda nos van a la pista de patinaje.

Y Diego dice, no, sí, pero pues voy algo tarde.

Y luego Chuy llega y dice, ¿a las once o a las doce? ¿Qué pensaste cuando es que le hice el mensaje? Nada, dije.

O sea, ¿de qué sirve avisar antes y establecer una hora antes? No me acordé, pensé, me quedé con la idea, no sé.

O sea, ni siquiera, nunca mencionaron las doce.

No sé, no sé cómo sé que es ahora.

Y ya, dije a Diana, no, pues que van tarde.

Dijo, ah, pues vamos a desayunar.

Dije, ah, pues vamos.

Y ya buscamos en casa de mis suegros que había de desayunar, no había nada.

Y ya fuimos a la tienda, compramos bolillo, y queso, y algo de tomate.

Ya regresamos y estamos preparando las, unas tortes.

Y ya cuando Diego está de que no sé si llegan o no sé qué, yo ya llegué.

Hay un estacionamiento y ya, ya vámonos.

Y ya, nos fuimos y llegamos y hasta tú llegaste antes que nosotros.

Sí.

Y eso que tus suegros andan cerca del parque Tegamanga, ¿no? Sí, están muy muy cerca.

Por eso íbamos tan confiados de que nos darían más tarde.

Y pues ya, llegamos.

Con mucha bloguera.

Este, al principio como que Diana no quería patinar.

Y dije, pues ya estoy aquí, ya hicimos el plan de que no patinen.

Y pues ya, batallé.

Y ya estoy para volver a patinar.

No sé por qué.

Como que cuando patina Diana, me da seguridad y ya, bueno.

Pero ahora estaba yo solo y está Diana.

¿Te diste cuenta que apenas entró Diana a patinar, todos, bueno, yo también me sentí más eh, con más confianza para moverme.

No, no, eso no.

No, no, yo sí me di cuenta, yo sí como que, oh, mira.

Nomás entró Diana y ya pude avanzar yo solito.

A la esquina y de regreso.

Y ya, pues sí.

Ay, había un pinche escuincle hijo de la verga.

El del monopatín.

Que iba con un monopatín eléctrico.

Y había hecho la chingada.

Y pasaba bien cerca de nosotros y así derrapando.

Y yo me la quedaba viendo feo, yo me la quedaba viendo.

Que en donde me choques yo si te meto un vergaso.

Y nomás estaba, y nomás estaba, tanteándole el cabrón.

En una de esas de que, bueno, dije, no me va a arruinar esto, este güey.

Ya dije, bueno, pues vamos a patinar, ¿no? Y hacíamos lo que tú, ¿no? De extremo a extremo.

Y en una de esas que sí el güey casi, o sea, pues que a Diana yo venía atrás.

Entonces también como que le hice así.

O sea, el otro de la frente y yo se lo empujé así.

¿Ah, lo empujaste? De esta manera así.

Que si no me iba a caer yo.

Que se caiga él, que me caiga yo, pues que se caiga él.

Es que si no lo había visto.

Y no, le dije así.

Por suerte, pues, también como que iba enclochado.

Entonces ya hace cuenta que no me la impulsé.

Pero si no le hago así, yo me cisco y me caigo, güey.

Y le ganó el general.

Y ya, después de eso, no sé si sintió que realmente lo quería.