275. El asesino de los pétalos de rosa

13 de octubre de 2021. Greenville, Carolina del Sur. En la calle Kenbrake se respiraba tranquilidad aquella mañana de otoño. Grandes casas conformaban un bonito barrio residencial, el típico estadounidense. En una de esas residencias, en la número 122, residía Cristina Parsell, de 41 años. Ese miércoles, los vecinos salían de sus casas para ir al trabajo o dar un simple paseo por los jardines del barrio, ajenos a lo que había sucedido en el interior de la casa de Cristina. Bradley Post, su prometido, estuvo enviándole mensajes y llamándola por teléfono a lo largo de las primeras horas de aquel 13 de octubre.

Lo hizo en varias ocasiones, sin obtener respuesta a nada. Su preocupación fue en aumento conforme pasó el tiempo, así que decidió acercarse hasta donde vivía Cristina para comprobar que todo estuviera bien. Bradley llegó sobre las 11 de la mañana, llamó al timbre, pero Cristina no abrió la puerta. Él sabía que la puerta trasera de la casa solía dejarla abierta y no era necesario utilizar ninguna llave para abrir, así que rodeó la casa y efectivamente, con un simple giro del pomo, logró entrar. La casa estaba oscura y en silencio.

De pronto se dio cuenta de que algo extraño estaba sucediendo allí dentro. Esparcidos por el suelo, encontró varios pétalos de rosa, eran de color rojo. Esos pétalos marcaban un camino y Bradley lo siguió hasta el final. Hoy nos trasladamos hasta Carolina del Sur para conocer el caso conocido como el asesino de los pétalos de rosa. Toda una historia con un trasfondo lleno de disputas, acusaciones, abusos y relaciones problemáticas. Nos adentramos en un nuevo True Crime, aquí en Crónicas de la calle Morgué.

Cristina Parcel tenía 41 años en el año 2021. Era auxiliar veterinaria y se dedicaba en cuerpo y alma a su trabajo. Le apasionaban los animales e hizo de esa pasión su profesión.

Trabajaba en el hospital veterinario Foothills y era conocida por la especial compasión y sensibilidad que sentía hacia los animales. Era muy querida por sus compañeros de trabajo, precisamente por esa personalidad que ella tenía, cercana y resueña.

Quien fue su jefe durante los tres años que estuvo en el hospital veterinario, Dan Randall, dijo que fue una de sus mejores empleadas y que aportaba habilidades únicas cuando se dedicaba a realizar su trabajo. Aparte colaboraba en grupos de rescate de animales como voluntaria.

Pero en cuanto a su vida personal se refiere, no todo era tan idílico. Cristina en ese momento vivía con su hermana Tina y se había comprometido con su pareja sentimental Bradley Post. Sin embargo, pocos sabían del conflicto en el que estaba envuelta, solo su círculo más cercano. En diciembre de 2008, Cristina había empezado a salir con un hombre llamado John Melo, un productor musical de origen italiano 23 años mayor que ella. La pareja tuvo una hija en 2012, pero la relación llegó a su fin poco después, ya que estaba siendo todo un tormento para Cristina. En octubre de 2015, John Melo solicitó