28-04-2025 Nacer de nuevo - 10 Minutos con Jesús

Señor mío y Dios mío, creo firmemente que estás aquí, que me ves, que me oyes, te adoro con profunda reverencia, te pido perdón de mis pecados y gracia para hacer con fruto este rato de oración. Madre mía inmaculada, San José, mi padre y Señor, ángel de mi guarda, intercede por mí. Escuché una vez una conversación un poco surrealista, estos diálogos que a veces se generan en una cola larga cuando ya uno no sabe de qué hablar.

Un diálogo en el que una persona le manifestaba a la otra que le gustaría volver a nacer de nuevo, que estaría bien según ella poner el contador a cero y volver a disfrutar de esos años de vida para vivirlos de nuevo con más acierto, con más intensidad, con más provecho, invirtiendo en un idioma que no se aprendió, o currándose una asignatura que se dejó de lado, o practicar más un deporte al que uno nunca le dedicó el suficiente esfuerzo, en fin, lo que sea.

Y el otro que escuchaba replicó que eso en realidad era imposible. Claro que lo del contador a cero se aplica no sólo al tiempo, sino a todo, porque si uno nace de nuevo, pues nace sin recuerdos, sin memoria, sin saber que tengo que hacer esto porque si no lo hago luego me arrepentiré.

Se nace sin aprendizaje. Uno tendría que volver a aprender, a, no sé, a montar en bicicleta, a escribir, a leer y luego ir al parvulario y acudir al colegio, y uno no se acordaría de las cosas que tiene que hacer porque sencillamente no tendría esos recuerdos en la cabeza. Y el otro, el que había tenido la idea del renacimiento, pues admitía que, en fin, que era cierto, que lo que valdría la pena sería volver a nacer, pero conservando toda la ciencia, los recuerdos, los aprendizajes. Y el otro le decía que es precisamente eso lo que es imposible. Y luego ya la conversación se fue por otro lado.

Sí, una conversación un poco surrealista.

Y un poco surrealista suena también, señor, lo que tú le dices a Nicodemo en el Evangelio de hoy. En verdad, en verdad te digo, el que no nazca de nuevo no puede ver el reino de Dios.

Y claro, Nicodemo se queda allí un poco perplejo porque la cosa no le cuadra. Le suena un poco a surrealista. ¿Cómo puede nacer un hombre siendo viejo? ¿Acaso puede por segunda vez entrar en el vientre de su madre y nacer? Y en fin, señor, supongo que si yo estuviera en el lugar de Nicodemo, pues también me parecería un poco surrealista la cosa.

Lo que me admira es que Nicodemo no tiene problemas en preguntártelo. Yo quizás me hubiera callado, Jesús, por miedo a parecer tonto, pero Nicodemo, pues es sencillo y te pregunta cómo puede eso ser posible. Claro, no vaya a ser una metáfora, un modo de decir, una hipérbole. Eso sí que lo hubiera pensado yo. Ah no, esto será un modo de decir, una licencia retórica del señor.

Pero tú, Jesús, cuando le respondes a Nicodemo, insistes en la idea.

No te extrañes de que te haya dicho, tenéis que nacer de nuevo.

Ahí está el enigma. Hay que nacer de nuevo para ver el reino de Dios.

Nacer para ver. Ver es un modo de conocer.

En el mundo físico, cuando uno nace, pues nace una vez, claro, esto es evidente.

Uno nace con unos sentidos, con unos ojos, y a partir de allí uno va viendo cosas, va conociendo cosas. Y uno puede añadir nuevos conocimientos, puede ver cosas nuevas con esos ojos con los que llegó al mundo, con esos sentidos con los que nació. Y lo que uno conoce, lo que uno aprende, luego no lo desaprende o lo desconoce. Podemos no usar un conocimiento, podemos llegar a olvidarlo, pero aquello no se evapora. Cuando aprendes a esquiar, pues has aprendido.

Luego puedes decidir no esquiar. O se puede oxidar ese aprendizaje por falta de práctica, pero está allí, no se desaprende. Y claro, a veces, señor, y tú lo sabes bien, a veces nosotros aprendemos cosas malas.