29-04-2025 Elogio de la misericordia - 10 Minutos con Jesús

Señor mío y Dios mío, creo firmemente que estás aquí, que me ves, que me oyes, te adoro con profunda reverencia, te pido perdón de mis pecados y gracia para hacer con fruto este rato de oración.

Madre mía inmaculada, San José, mi Padre Señor, ángel de mi guarda, Santa Catalina de Siena, interceded por mí.

Pues sí, hemos empezado pidiendo también ayuda a Santa Catalina de Siena para hacer con fruto este rato de oración, porque hoy, 29 de abril, es su fiesta.

Y en Europa, por lo menos, se celebra por todo lo alto.

Bueno, no solemnidad, pero sí fiesta, porque San Juan Pablo II la nombró Copatrona de Europa.

Y el evangelio de este día, el evangelio especial de la fiesta de Santa Catalina, es ese evangelio en el que tú, Jesús, das gracias al Padre porque se ha revelado especialmente a los pequeños.

Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las ha revelado a los pequeños.

Sí, Padre, así te ha parecido bien.

Y es que Santa Catalina era una de esas pequeñas, con un alma enorme, a quienes el Señor le revela profundas verdades.

Catalina nació el 25 de marzo de 1347, que aquel año fue también, cayó en Domingo de Ramos, y nació en una familia muy numerosa, que había perdido también muchos hijos.

Una familia muy numerosa, sencilla, cristiana, que vivía en la calle de los Tintoretos, en Siena.

Y la verdad es que su vida no fue muy larga.

Murió en 1380, es decir, con 33 años.

Pero sí fue una vida muy intensa y muy llena de fruto.

No recibió mucha instrucción porque era hija de una familia de artesanos y aprendió a leer con dificultad y aprendió a escribir cuando ya era adulta.

Pero luego escribió, también creo que dictó muchas obras.

Es doctora de la Iglesia.

Y el Espíritu Santo revela los grandes misterios a los pequeños.

Y Catalina aprendió la ciencia más sublime, conocer y amar a Jesucristo y a su Iglesia.

Y hubo mucha gente que acudió a ella para pedirle consejo, para que ella les llevase su dirección espiritual.

Y siendo muy joven, decidió consagrarse al Señor.

Y con unos 18 años tomó el hábito de la orden tercera de los dominicos.

Es decir, que seguía siendo laica, no se había hecho religiosa, seguía viviendo en su casa, pero siguiendo el espíritu de los dominicos y además confirmando el voto de virginidad que había hecho privadamente cuando todavía era una adolescente.

Y entonces empezó a dedicarse con intensidad a la oración, a la penitencia, a las obras de caridad, sobre todo en beneficio de los enfermos.

Y aunque tuvo muchas experiencias místicas muy sorprendentes, pues también sufrió grandes pruebas.

Durante bastante tiempo se vio atacada por tentaciones muy fuertes, muy sucias, muy desagradables, de impureza, contra las que luchaba con todas las fuerzas de su corazón y procuraba intensificar su oración, su humildad, pero a la vez se sentía un poco abandonada por el Señor, no entendía cómo podía tener aquellas tentaciones tan asquerosas cuando ella estaba intentando rezar y acercarse al Señor.

Y un día, por fin ya nuestro Señor se le apareció y ella se quejó por su abandono y le dijo ¿Dónde estabas, dulce Señor, mientras mi corazón se veía en tantas tinieblas y suciedades? Y Jesús le respondió Yo estaba dentro de tu corazón, hija mía.

¿Y cómo? replicó Catalina.

¿Cómo podías vivir en medio de tanta inmundicia? Y tu Señor entonces le contestaste Dime, ¿esos pensamientos deshonestos te causaban placer o tristeza, amargura o deleite? Y Catalina contestó ¡Extrema amargura y tristeza! Y entonces tu Señor continuaste ¿Y quién infundía esa amargura y tristeza en tu corazón sino yo, que estaba?