
#320 Cráneos en la estrellas de Robert E. Howard

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Cráneos en las estrellas fue publicado originalmente en enero de 1929 en la revista Weird Tales, Cráneos en las estrellas es una joya del pulp escrita por Robert E. Howard, maestro del relato breve y creador del mítico Conan el Bárbaro. En esta historia, Howard se adentra en el terror sobrenatural con tintes de espada y brujería, presentándonos a Solomon Kane, un puritano errante cuya espada es tan afilada como su determinación moral.
Con su prosa intensa y atmósfera opresiva, Howard combina violencia, misticismo y oscuridad en un relato breve, pero cargado de tensión y simbolismo. Una historia que late al ritmo de lo oculto, perfecta para los oídos inquietos que buscan cruzar la delgada línea entre el mundo de los vivos y lo que acecha más allá.
Musicas:
- 01. Mind Tricks - Experia (Epidemic)
- 02. Dark Music - The Sealed Kingdom (Epidemic)
Nota: Este audio no se realiza con fines comerciales ni lucrativos. Es de difusión enteramente gratuita e intenta dar a conocer tanto a los escritores de los relatos y cuentos como a los autores de las músicas.
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Bienvenidos a Páginas Oscuras, el podcast que te sumerge en relatos de misterio y suspense que te dejarán sin aliento.
En cada episodio exploraremos las profundidades más sombrías de la imaginación humana, desenterrando historias intrigantes, emocionantes y a veces aterradoras.
¿Te fascina lo desconocido? ¿Te estremece lo inexplicable? Entonces, acompáñanos en un viaje a través de las páginas más oscuras de nuestra realidad.
Desde crímenes sin resolver hasta encuentros sobrenaturales, cada relato está diseñado para cautivar tu mente y enviar escalofríos por tu espina dorsal.
Nos vemos en las sombras.
Páginas Oscuras.
Descubre el suspense detrás de cada página.
Baúl de Libros presenta Páginas Oscuras.
Hoy presentamos...
Cráneos en las estrellas, por Robert E. Howard.
Una historia de Salomon Cain.
A través del pantano se oyó un solo grito y una risa espantosa.
Contó cómo los asesinos vagan por la tierra bajo la maldición de Cain, con nubes carmesí ante sus ojos y llamas en torno a su cerebro, pues la sangre ha dejado en sus almas una mancha eterna.
Hood, dos caminos que llevan a Torquestone.
Uno, el más corto y directo, atraviesa un pantano árido y elevado, y el otro, mucho más largo, serpentea entre los montículos y lodazales de los pantanos, bordeando las colinas bajas del este.
Era un camino peligroso y tedioso, por lo que Salomon Cain se detuvo asombrado cuando un joven sin aliento, procedente de la aldea que acababa de abandonar, le alcanzó y le imploró por el amor de Dios que tomara el camino del pantano.
—¿El camino del pantano? —preguntó con escepticismo Salomon.
Salomon Cain era un hombre alto y demacrado, con el rostro pálido y sombrío y los ojos profundos y pensativos que parecían aún más sombríos por el lúgubre atuendo puritano que vestía.
—Sí, señor, es mucho más seguro —respondió el joven a su exclamación de sorpresa.
—El camino del pantano debe estar embrujado por el mismo Satanás, porque tus paisanos me advirtieron que no lo atravesara.
—Por los lodazales, señor, que no se ven en la oscuridad.
Será mejor que regrese al pueblo y continúe su viaje por la mañana, señor.
—¿Por el camino del pantano? —Sí, señor.
Cain se encogió de hombros y negó con la cabeza.
—La luna sale casi en cuanto se pone el sol.
Con su luz puedo llegar a Torkentown en unas horas, cruzando el pantano.
—Señor, mejor no lo haga. Nadie va por ahí.
No hay ninguna casa en el páramo, y en el pantano está la casa del viejo Edra, que vive allí solo desde que su primo Gideon, un loco, se escapó y murió en el pantano y nunca lo encontraron.
El viejo Edra, aunque es un avaro, no le negará alojamientos y decide quedarse hasta mañana.
Ya que debe de ir, mejor tome el camino del pantano.
Cain miró al muchacho con penetrante intensidad.
El muchacho se retorció y arrastró los pies.
—Si ese camino del pantano es tan peligroso para los viajeros —dijo el puritano—, ¿por qué los aldeanos no me han contado toda la historia en lugar de hablar con vaguedades? —A los hombres no les gusta hablar de ello, señor.
Esperábamos que tomara el camino del pantano tal y como le aconsejaron los hombres, pero cuando vimos que no giraba en la bifurcación, me enviaron para rogarle que lo reconsiderara.
¡Por todos los demonios!

















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