

Description of 331. El caso de la familia Stallings
Patricia y David se conocieron en un Seven Eleven de San Luis, Misuri, en el verano de 1986. David era un cliente habitual y la relación fue más allá de lo formal, descubriendo una mutua atracción que los llevó al matrimonio en 1988. En abril de 1989 nació su hijo, Ryan.
Sin embargo, el 7 de julio, con solo 3 meses, Patricia encontró a su hijo con problemas respiratorios y signos de dolor. Condujo desesperadamente por el tráfico hasta el Hospital Cardinal Glennon, donde Ryan ingresó de urgencia.
Tras tres días de angustiosa espera, los médicos revelaron que Ryan se recuperaría, pero las pruebas detectaron etilenglicol, concluyendo que el bebé había sido envenenado. Patricia y David se convirtieron inmediatamente en los principales sospechosos.
Pero la historia daría un giro final que haría replantearse el sistema judicial estadounidense para siempre.
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Verano de 1986, San Luis, Missouri. Patricia se encontraba trabajando en un 7-Eleven cuando un cliente recurrente volvió a entrar por la puerta. Era David. Pidió un bocadillo, como solía hacer siempre. Patricia, una vez más, fue quien lo atendió. Pero sus conversaciones acabaron yendo más allá de la simple formalidad que puede haber entre la dependienta de una tienda y el cliente.
Surgían anécdotas, se preguntaban cómo les estaba yendo el día, hasta que se dieron cuenta de que, en realidad, sentían una atracción el uno por el otro y comenzaron a tener citas. Para 1988 contrajeron matrimonio y, en abril de 1989, dieron la bienvenida a su primer hijo, Ryan. La familia se instaló en una bonita casa blanca de madera, en una urbanización a las afueras de San Luis, con vistas al lago Wawanoka.
Patricia se sentía feliz de haber encontrado a un hombre que la quería y la cuidaba, y se preocupaba por el bienestar del bebé. Y es que desde las primeras semanas, Ryan parecía tener problemas de salud. Solía vomitar con frecuencia, pero los médicos, en un principio, les dijeron que podía ser algo normal en esas primeras semanas de vida, que de vez en cuando pudiera costarle retener la comida, pero que por lo demás, era un bebé sano.
Pero todo cambió unas semanas más tarde, concretamente el 7 de julio. Ryan tenía tres meses. Patricia lo había dejado en su cuna para que durmiera durante unas horas. Sin embargo, al entrar en la habitación para ver cómo estaba su hijo, se dio cuenta de inmediato de que algo no estaba bien. Ryan no se movía, respiraba con dificultad y tenía un gesto en su carita de dolor. Desesperada, fue a buscar el teléfono y llamó al hospital infantil de San Luis.
Le dijeron que llevara al bebé inmediatamente. Patricia salió corriendo de casa con su hijo en brazos. Lo subió al coche y, de manera frenética, arrancó el motor y aceleró con la única intención de llegar lo antes posible al hospital. El atasco con el que se encontró iba a hacer que perdiera la paciencia. Cogió un desvío que la llevó directamente a otro hospital, al Cardinal Glennon. En este otro también había una sala especializada en pediatría y, al ser una urgencia, sabía que iban a atenderle. Y así fue. Aquel bebé fue ingresado de urgencia en la unidad de cuidados intensivos de pediatría.
Patricia, en cuanto pudo, avisó a David. Ambos se quedaron los tres días allí, en el hospital, esperando a ver qué pasaba con Ryan. Después de esa larga y agónica espera, cargada de incertidumbre, el médico les dio los resultados. Ryan se recuperaría, pero las pruebas practicadas detectaron altos niveles de dilenglicol, una sustancia que se encuentra en productos como el anticongelante. Aquel bebé, de apenas tres meses, había sido envenenado. Al menos, lo habían intentado. Y Patricia y David se convirtieron en los principales sospechosos.
Hoy nos trasladamos hasta Missouri para conocer el caso de Patricia y David Stalin y cómo lo que sucedió con Ryan cambiaría el panorama de la justicia estadounidense para siempre. Poneos cómodos, porque arranca un nuevo True Crime, aquí, en Crónicas de la Calle Morgué.















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