#38 - John Lennon y Cynthia Powell empiezan a salir juntos.

En el episodio anterior, desvelamos el mágico momento en el que John Lennon y Cynthia Powell se conocieron en la Escuela de Artes de Liverpool. Una chispa que, aunque tímida al principio, pronto encendería una llama que cambiaría sus vidas para siempre. Pero hoy, hoy vamos a sumergirnos en lo más profundo de su historia. Vamos a explorar cómo dos almas tan diferentes, un joven rebelde y una chica tranquila, comenzaron a salir juntos. Un amor que florecería en medio de la revolución musical que estaba a punto de estallar. La conexión entre ellos fue instantánea, inesperada y completamente arrolladora.

Mi nombre es José Ángel Martín y te doy la bienvenida a Querido Lennon. Después de los dos momentos en los que Cynthia vio a Lennon tocando la guitarra, en los que éste se suavizaba y desaparecía toda la agresividad hasta que ella veía en John algo que podía comprender, sus sentimientos se expresaron mejor un día en el salón de conferencias, donde ella se sentó unas butacas por detrás de él y vio como la hermosa Helen Anderson se ponía a acariciarle el pelo. Entre Helen y John no había nada, y ella solo le estaba reprochando que llevase aquellos rizos grasientos de Teddy Boy y animándole a que se los lavase y cortase.

En ese momento, Cynthia sufrió un repentino arrebato de celos irracionales. Desde ese momento, en lugar de evitar que John la viese, se dedicó a llamar su atención. Se dejó el pelo hasta los hombros a la forma bohemia del momento y cambió las rebecas pasadas de moda y las faldas de tweed por un chaquetón blanco de lana y pantalones ajustados de terciopelo negro como los que solía llevar Thelma Pickles. También dejó de ponerse las gafas, lo cual le trajo problemas, ya que era extremadamente corta de vista y por las mañanas el bus acababa llevándola mucho más allá de la parada de la escuela de arte, porque ella no conseguía reconocerla a tiempo.

Un día, John y ella estaban con un grupo de estudiantes y empezaron a hacer un juego que consistía en probar cuánto veía cada uno. Para su asombro, John descubriría que Cynthia era tan miope como él y estaba igual de preocupada por llevar gafas. También descubrió que su padre había muerto un año antes de cáncer de pulmón y que ella se había quedado igual de destrozada que él. Aquella chica de Hoy Lake tímida y mojigaca sabía lo que él sentía mucho mejor que toda aquella otra gente con buena vista.

El final del trimestre de 1958 se celebró con una reunión a mitad de jornada en una de las aulas. Allí había un gramófono y animado por Jeb Mohamed, John invitó a bailar a Cynthia. Aquel paso inesperado la asumió en la confusión y le respondió bruscamente que ella ya tenía novio con el que se había comprometido, a lo que John le expetó, «Yo no te he pedido que te cases conmigo, joder». Después de la fiesta, se marcharon a beber al J. Craig y John la convenció para que la acompañara.

Terminarían pasando el resto de la tarde juntos ellos solos en el piso de Stuart Sutcliffe y Rod Murray en Percy Street. Entre sus otros compañeros, y sobre todo compañeras, no había duda de quién había hecho el mejor negocio. Para Anne Mason, Cynthia era un buen trofeo para John, ya que ella podría haber ligado con quien hubiera querido. Tenía unos ojos preciosos y una piel clara, además de ser la persona más agradable y dulce que te pudieras encontrar. Desde luego, era distinta de todas las mujeres decididas y cáusticas que hasta ese entonces habían dominado la vida de John.