#403 (40k) El “Gracia de Emperador” un relato Aero trastronado de 40k

Mientras Balecline está envuelto en una salvaje invasión holca, las fuerzas del Imperio intentan destruir a los Piedras Verdes y restablecer el orden en dicho mundo.

El lanzamiento alvísoro de todas las alas de bombarderos de la Armada Imperial podría causar estragos sobre los invasores.

Entre ellos, el aparato llamado Gracia del Emperador.

Nicolás Alexander, el Gracia del Emperador.

Una historia de Warhammer 40.000.

Los motores del Gracia gruñeron en señal de protesta, y Mikal podía sentir su dolor.

Con sus nervios acuchillados, agarraba con fuerza la palanca de control de su maltratado avión, incluso con más ferocidad que la del viejo Marauder, que se resistía y se tambaleaba a través de la atmósfera exterior de Bale Prime.

Decía que lo único que mantenía la aeronave de una pieza era su indomable espíritu máquina.

En esos momentos, dudaba de que hubiera una sola zona sin daños en la estructura del avión.

El panel de instrumentos tenía tantas luces de advertencia que había dejado de mirarlo.

No necesitaba ningún recordatorio de lo cerca que estaban de la catástrofe.

Mikal se asomó por el parabrisas, oteó a través del fracturado panel, buscando las luces de posición del avance implacable, el enorme crucero nodriza, un porta-aeronaves que era su destino final y su santuario.

El outspeeds ya no funcionaba, y dependía solamente de medios visuales para navegar.

Se sentía como el capitán de un barco mítico de la Santa Terra.

En una época antigua en la que aún existían sus grandes mares, en pos de la peligrosa entrada a un puerto, en una noche de tormenta devastadora.

Al igual que su homólogo del pasado, Mikal luchó por mantener el control, mientras su nave se sacudía al son de los turbulentos elementos.

Cada vez que Elegracia se salía fuera de rumbo, él tensaba la palanca, rezando al mismo tiempo al espíritu máquina para que el brusco movimiento no causara que el mástil de control se rompiera o fallara el sistema hidráulico.

Le dolían los brazos por el esfuerzo, y los músculos de su cuello delgado estaban agarrotados por el estrés físico y psicológico.

Quizá era más fácil renunciar a la lucha y aceptar lo inevitable.

Elegracia había ido mucho más allá de lo que pensaba que podría haber sufrido, pero algo dentro de él simplemente no admitía la derrota.

Él no mostraría debilidad, él no lo haría, porque mostrar debilidad era la muerte.

Esa fue la lección que había aprendido duramente desde la infancia, sobreviviendo en las indiferentes y violentas calles de Volstrad.

Las cicatrices que la viruela le había regalado y cubrían el lado derecho de su rostro hicieron el proceso aún más difícil para él.

Estar desfigurado le había enseñado pronto que no había lugar para la debilidad en el Imperio.

Esa adversidad lo destruyó todo, pero sacó ventaja de ello.

Pero lo rompió para luego reforjarlo, física y mentalmente.