(7/7) A la Iglesia de Loadicea: ¡TODO ES GRACIA!

La última de las enseñanzas de estas cartas al Apocalipsis, le he puesto como nombre Todo es Gracia.

Y en ese diagnóstico que se hace en estas siete cartas, la de hoy, por ser la última, concluye con una especial resonancia, que la ha tenido la mayoría en todas las cartas, pero hoy resuena más el que tenga oídos, que oiga lo que el Espíritu dice a las Iglesias.

Luego vamos a afinar el oído, vamos a afinar el oído para ver qué nos dice el Espíritu a través de esta última de las cartas, que es la carta a la Odisea.

Apocalipsis 3, versículos del 14 al 22.

Carta a la Iglesia de la Odisea.

Escribe el ángel de la Iglesia en la Odisea.

Esto dice el Amén, el testigo fiel y veraz, el principio de la creación de Dios.

Conozco tus obras, no eres ni frío ni caliente, ojalá fueras frío o caliente, pero porque eres tibio, ni frío ni caliente, estoy a punto de vomitarte de mi boca.

Porque dices, soy rico, me he enriquecido y no tengo necesidad de nada.

Y no sabes que tú eres desgraciado, digno de lástima, pobre, ciego y desnudo.

Te aconsejo que me compres oro acrisolado al fuego para que te enriquezcas y vestiduras blancas para que te vistas y no aparezca la vergüenza de tu desnudez y colirio para untarte los ojos a fin de que veas.

Yo a cuantos amo, reprendo y corrijo, ten pues celo y conviértete.

Mira, estoy de pie a la puerta y llamo.

Si alguien escucha mi voz y abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo.

Al vencedor le concederé sentarse conmigo en mi trono, como yo he vencido y me he sentado con mi padre en su trono.

El que tenga oídos, oiga lo que dice el espíritu a las iglesias.

Estamos hablando de la Odisea, que es la ciudad más próspera de esta lista de siete ciudades.

La más próspera, la más rica.

Su fuente de riqueza era el negocio de la banca y la fabricación de medicamentos, como el colirio, que hizo muy rica la Odisea.

Tal era su músculo empresarial que el terremoto que se vivió en el año 60, para ellos no tuvo el efecto que en otras ciudades.

No esperaron a recibir ayudas exteriores y se reconstruyeron ellos solos.

Es ese dato histórico. Una ciudad muy próspera.

Y, obviamente, esa gran riqueza, comodidad, conllevaba peligros espirituales.

Ya lo dijo el Señor.

Qué difícil será que los ricos entren en el reino de los cielos.

Obviamente, esa riqueza económica, esa prosperidad, había configurado también la tibieza.

No eres ni frío ni caliente.

Había configurado su tibieza.

Ojalá fueras frío o caliente.

La preocupación por las cosas materiales disminuye la sensibilidad espiritual.

Son los pobres de Yahvé los que verdaderamente saben qué es decir vivo de Dios.

Tengo toda mi esperanza en Él.

El que tiene su cuenta corriente bien llena, posiblemente su confianza en Dios es relativa.

El problema no solo es el materialismo, el problema es la autosuficiencia.

Dice el versículo 3.17 que hemos escuchado.

Yo soy rico, me he enriquecido, no tengo necesidad de nada.

Fijaros esta expresión.

Esta expresión de cómo se sienten los de la Odisea.

Yo soy rico, me he enriquecido, no tengo necesidad de nada.

Las sociedades occidentales.