
“No recibir en vano la gracia de Dios” (2 Corintios 6,1-10)

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Lunes de la XI semana durante el año, 16 de junio de 2025.
Reflexión tomada de San Juan Pablo II, Ángelus, 1 de abril de 1979.
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No recibir en vano la gracia de Dios.
De la segunda carta de San Pablo a los Corintios.
Hermanos, porque somos colaboradores de Cristo, los exhortamos a no recibir en vano la gracia de Dios.
Porque Él nos dice en la Escritura, en el momento favorable te escuché y en el día de la salvación te socorrí.
Este es el tiempo favorable, este es el día de la salvación.
En cuanto a nosotros, no damos a nadie ninguna ocasión de escándalo para que no se desprestige nuestro ministerio.
Al contrario, siempre nos comportamos como corresponde a ministros de Dios, con una gran constancia, en las tribulaciones, en las adversidades, en las angustias, al soportar los golpes, en la cárcel, en las revueltas, en las fatigas, en la falta de sueño, en el hambre.
Nosotros obramos con integridad, con inteligencia, con paciencia, con benignidad, con docilidad al Espíritu Santo, con un amor sincero, con la palabra de verdad, con el poder de Dios.
Usando las armas ofensivas y defensivas de la justicia, sea que nos encontremos en la gloria o que estemos humillados, que gocemos de buena o de mala fama, que seamos considerados como impostores, cuando en realidad somos sinceros, como desconocidos, cuando nos conocen muy bien, como moribundos, cuando estamos llenos de vida, como castigados, aunque estamos ilesos, como tristes, aunque estamos siempre alegres, como pobres, aunque enriquecemos a muchos, como gente que no tiene nada, aunque lo poseamos todo.
No recibir en vano la gracia de Dios.
La realidad que Cristo ha llamado pecado contra el Espíritu Santo, comienza cuando al hombre no le dice ya nada a la palabra de la cruz, como el grito último del amor, que tiene el poder de rasgar los corazones.
La Iglesia no cesa de pedir por la conversión de los pecadores, por la conversión de cada uno de los hombres, de cada uno de nosotros, precisamente porque respeta, porque estima la grandeza y la profundidad del hombre y revisa el misterio de su corazón a través del misterio de la cruz.
Aceptemos, por tanto, la advertencia de San Pablo, que nos exhorta a no recibir en vano la gracia de Dios, más aún, a entender y experimentar la realidad maravillosa de que el que es de Cristo se ha hecho criatura nueva.
No recibir en vano la gracia de Dios.
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