
A hierro y sangre: los esclavos del franquismo (CARNE CRUDA #1498)

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Carreteras, ferrocarriles, puentes, embalses… muchas de nuestras infraestructuras fueron levantadas por mano de obra esclava del franquismo. En su mayoría, no se ha reconocido ni reparado. En este programa hablamos de los trabajadores forzados que reconstruyeron un país roto por la guerra civil, con su sangre, sudor y lágrimas. Conocemos la historia del destacamento penal de Chozas de la Sierra y hablamos de esta arquitectura represora franquista durante la guerra civil y la dictadura con Juan Carlos García Funes, autor de “Desafectos. Batallones de trabajo forzado en el franquismo” (editorial Comares). Y conocemos otras historias de trabajo forzado por toda la geografía española con Ana Barrena, de Memoriar en Bideak, y Valen Esteban, hijo de uno de los presos que fueron forzados a trabajar.
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En el primer franquismo, España era una inmensa prisión.
Los presos que había en las prisiones eran obreros especializados y obreros en general, el proletariado fue muy castigado.
Entonces, estos obreros especializados, que eran de CNT, que eran de UGT, Franco tuvo que sacarlos de las cárceles, no daba España ni siquiera para mantenerlos, y, por otro lado, había que reconstruir, creó un corpus jurídico penitenciario para sacar a todos esos obreros especializados de las cárceles y traerlos a los tajos.
Lugares, con vocación siempre temporal, lo que se llamaba cárceles sin rejas.
Andrea Olea, ¿a quién escuchamos? Es Silvia García Rey, responsable de memoria y patrimonio de la asociación Chozas de la Sierra.
Con ella quedé a pocos kilómetros del pueblo madrileño de Soto del Real, a los pies de un gran puente de piedra por el que pasa una vía férrea ahora en desuso.
Es un puente que esconde un secreto.
Yo vivo en una de las urbanizaciones pegadas al puente de los Onceojos y todos los días de mi vida paso por debajo del puente, pero nunca teníamos, ni yo ni muchísimos vecinos, idea de que esto se había construido con trabajos forzados.
El puente se encuentra en una zona agraria tranquila, sobrevolada por los buitres y los cuervos, por la que pasa de vez en cuando algún coche, algún tractor.
A unos 200 metros del puente hay una finca cerrada con una valla y dentro se ve apenas un puñado de ruinas y ningún cartel que indique de qué se trata.
Es lo que queda del destacamento penal de Chozas de la Sierra.
¿Qué es un destacamento penal? Los destacamentos penales, como contaba Silvia, eran cárceles sin rejas.
Fueron creados por el franquismo como campos de trabajo forzado para vaciar las prisiones que estaban saturadas y utilizar a los presos para la construcción de infraestructuras como puentes, pantanos o vías férreas.
Has dicho campos de trabajo forzado.
¿Estamos hablando de campos de concentración? No exactamente.
Hubo campos de concentración franquistas para los prisioneros de guerra, pero estos eran campos de trabajo a los que el régimen enviaba a decenas de miles de reclusos, muchos condenados a muerte, a cambio de comutarles sus penas.
El objetivo oficial era uno.
Redimir.
Se les veía que habían sido ellos los destructores de España y había que reconvertirlos.
En el año del 50 aniversario de la muerte del dictador, a unos días del Día de la República, hablamos de un capítulo poco conocido de la represión franquista.
El del trabajo forzado, la mano esclava del franquismo.
Hablamos de quienes reconstruyeron este país roto por la guerra civil, con su sangre y sudor y, a veces, con su vida.
En junio de 1937, un real decreto firmado por Francisco Franco sentó las bases de un doble sistema de trabajo esclavo en España.
El derecho al trabajo que tienen todos los españoles como principio básico declarado en el punto 15 del Programa de Falange Española Tradicionalista y de las Jons, no ha de ser regateado por el nuevo Estado a los prisioneros rojos, quienes olvidaron los más elementales deberes de patriotismo.
Conocemos bien los nombres de Auschwitz, Mauthausen o Dachau, incluso el de Auxerre-sur-Mer, donde los franceses encerraron a los republicanos.
Pero conocemos mucho menos los de casi 300 lugares de nuestro país donde se calcula que un millón de personas fueron encerradas, maltratadas y condenadas a malvivir en condiciones deplorables.
Y, en muchos casos, a trabajar hasta la enfermedad y la muerte.
Distintos modelos de campo de trabajo donde se conmutaban penas de cárcel a presos políticos, a presos comunes o se encerraba desafecto al régimen con cuyo sudor Franco reconstruyó y modernizó el país, que él mismo destruyó.
Déjame recordar, cantaba Bola de nieve en los años 50, los mismos en los que sucede la historia que hoy recordamos.
¿Quién de tu vida borrará mi recuerdo y te hará olvidar este amor hecho de sangre y dolor, pobre amor, que nos vio a los dos llorar y nos hizo también soñar y vivir como dejó de existir? Hoy que se ha perdido, déjame recordar el fuerte latido del adiós del corazón que se va sin saber a dónde irá y yo sé que no volverá este amor, pobre amor.
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