Abandonados a su suerte

La pista de aterrizaje del aeropuerto de Lashes fue la puerta de salida para muchos niños de las Azores enviados a Estados Unidos.

Hoy es el lugar de los reencuentros. Algunos fueron prometidos estando todavía en el vientre de sus madres.

Otros eran bebés y algunos incluso ya estaban en la escuela cuando fueron entregados por sus padres o por instituciones a parejas estadounidenses.

Casi todos militares de la base de Lashes.

Durante décadas, en la isla como en el continente, no eran más que un mito, una verdad callada en muchas familias, nunca registrada en ninguna estadística.

Los archivos hablan por sí solos. Hubo decenas y puede que hubiera cientos.

Estas son las caras que nos llevaron al otro lado del océano, a Estados Unidos.

Aquellos niños son ahora adultos.

50, 40, 30, 20, Ritard.

Esta es la historia de quienes fueron abandonados a su suerte.

Abandonados a su suerte. Episodio 1.

Mi nombre estadounidense es Rose Crash. Mi nombre portugués es Rosalina dos Santos Brasil da Costa.

Soy de Portugal, de la isla de Terceira.

Cuando era muy joven murió mi madre. A causa de su muerte y del terremoto, prácticamente lo perdimos todo.

Mi padre era alcohólico y no trataba muy bien a mi madre.

Así que antes de que muriera, nos metió en un orfanato.

Supongo que era más fácil que trabajar y cuidar a los niños.

Las monjas nos cuidaban y iban allí, con estadounidenses, con la intención de adoptar niños.

Al principio yo no quería que me adoptaran, pero tampoco quería irme.

Mi hermano Carl estaba conmigo y las monjas me dijeron que, como él era un niño y se estaba haciendo mayor, nos separarían.

Él iría a un orfanato de niños y luego probablemente sería adoptado, o podríamos ser adoptados juntos.

Entonces decidí que quería quedarme con él y ser adoptada.

Había varias parejas que querían adoptarnos, pero mi padre no lo permitía.

Finalmente, tras cinco años en el orfanato, permitió que nos adoptaran Mary y Richard, dos estadounidenses.

Y hace poco me enteré de que fue porque ellos pagaron.

Básicamente nos compraron, me dolió saberlo.

Antes no podía ser, pero de repente el dinero hizo que sí fuera posible.

Es increíble que mi hermana venga en ese avión.

El coche amarillo que recoge los aviones aún no ha salido.

Míralo, ahí está.

El coche que guía el avión.

Siempre llevaba dos coletas en la cabeza.

¿Se ve mejor desde ahí? Perdona, perdona.

Espera ansiosa el reencuentro ante la llegada del vuelo de Estados Unidos.

No, ella es alta.

Hace 33 años, Odette Pereira perdió la pista de su hermana menor.

Mira, mi hermana.

He visto a mi hermana.

He visto a mi hermana y a Steve a su lado.

La he visto.