Abbdelali Amer, el asesino de mendigos

Estamos en vidas asesinas. Casos reales de personas cuyo instinto fue el de matar.

Hombres y mujeres cuyo único reconocimiento ha pasado a la historia porque asesinaron de forma bestial en muchas ocasiones.

Y siempre desde la sinrazón de una mente psicópata y enferma.

Vidas asesinas es criminología en tus manos.

Los casos que nos han precedido al de hoy, hemos visto que asesinos en serie los hay en todas partes y en todas las épocas.

La condición humana es la misma, sólo regulada en ocasiones por las limitaciones externas las que de alguna forma conducen o reconducen a un comportamiento.

Las modas sociales, la libertad de las costumbres o el condicionamiento de la ley puede que sin duda modulen el comportamiento del asesino.

Sin embargo, son los criminólogos los que actúan en colaboración con otros profesionales los que pueden prever muchos de los comportamientos en este tipo de personas.

Y por lo tanto, el crimen.

La justicia, según la manera de observar al individuo que comete ciertos delitos, puede pretender ser de carácter reinseritivo, como en España, o actuar como una pura social que retira de por vida a quienes traicionan la confianza que se les dio como ciudadanos, como sucede por ejemplo en Estados Unidos.

Pero, sea como sea, no podemos ser ingenuos y pensar que todos los delincuentes son recuperables.

Lo hemos visto en vidas asesinas en bastantes ocasiones, y hay algunos de estos asesinos que lo son porque no pueden ser de otra forma.

Algunos testimonios de psicópatas detenidos finalmente han declarado que ya era hora de que los retiraran de la calle porque si no seguirían matando.

Son conscientes del mal que provocan, pero incapaces del autocontrol.

Nos gusta salir del mundo occidental y llegar hasta otros lugares.

Para saber si es la cultura lo que intercede entre los seres humanos para convertirnos en asesinos, o si por el contrario es la condición humana la que mata o la que hace el bien.

O sencillamente son las condiciones sociales las que hacen enloquecer a la persona.

Hoy volvemos al mundo árabe.

Nos introducimos en las callejuelas de un garián o barrio de cochabolas, en Sidi Moussa, de la ciudad de Salé, a la orilla de Rabat.

Entre la poder de lumbre y la miseria humana nos encontramos con un hombre, Abdelali Amer.

Un asesino en serie que no nació siendo asesino, sino que las circunstancias le llevaron a descubrir que matar era algo que satisfacía su odio.

La narración de los hechos está extraída del libro Los hijos de Satán, la segunda edición de David Garriga.

Abdelali nació y creció a mediados del siglo XX en Sidi Moussa, frente a Rabat.

Era el pequeño de 11 hermanos y pasó su infancia solo.

Introvertido y tímido, no se relacionaba con el resto de los niños de la calle y solía jugar, pero sin participar con los demás chicos de su edad.

Con la muerte prematura de sus padres pasó a estar al cuidado de sus hermanos que le dejaron de lado.

Sin embargo, por no asistir a la escuela, a veces acudía a la mezquita con otros niños y no tener un techo donde dormir, y sin un control familiar, Abdelali empezó a sentirse cómodo apartado del resto de las personas.

Todos sus hermanos, a excepción de una hermana que se quedó para cuidarlo y que falleció poco antes de que saliera de la cárcel en 2004, se marcharon a Europa.

Él, aunque lo intentó, no pudo conseguir el pasaporte para salir de Marrocos al tener antecedentes policiales.