Adelanto del programa de mañana con comentario pateriano

Bueno, hola a todos y todas, bienvenidos a esto, ya sabéis, es una de estas pildoritas que hacemos últimamente. Esta en concreto ya, es verdad que a lo mejor os metéis aquí y de repente veis pildorita y decís, ¿esto qué va a ser? Una anteriormente, el anteriormente directamente tendrá la cabecera de anteriormente. Y luego están las pildoritas de, pues si yo me hago un ranking de algo, que repito, ya lo dije una vez, tengo ganas de hacerlo porque me enviasteis un montón de sitios de, creo que ya lo dije, en mi pueblo, no sé de no sé cuántos.

Bueno, pues algún día iré a los comentarios, tanto en YouTube como en Ubox como en Spoti, recopilaré y me cascaré otro rankingcito de estos. Lo iba a hacer esta semana, pero como esta semana hay programa, me guardo esa mierda para esa mierda. Es una forma de hablar, joder. Me guardo eso, bueno, me entendéis, me guardo eso para una semana en la que no haya programa, para que no se haga tan largo. Total, ¿qué es esto? Esto básicamente es, como ya hicimos con el programa anterior, un pequeño avance de lo que nos encontraremos mañana, que sale el programa. Hoy es miércoles.

Y si yo lo estoy escuchando en jueves del año 2027, es tu puto problema, José Luis. A mí, ¿qué coño me estás contando? En 2027, lo mismo, yo ya he muerto, no lo sé. El misterio, este avance, este misterio avance que os vamos a poner hoy, tiene un valioso aprendizaje del que tenemos que aprender todos. Oye, ¿se oyen los pajaritos? Estoy aquí, estoy grabando con un micro de mierda, os aviso. No tengo a mano mi micro habitual y estoy grabando con el micro del Mac, así, a pelo. Bueno, para un mensajito. Y se oyen ahí los pajarillos, el ruido de la ciudad de fondo, a ver.

Ahora mismo parece que estoy como en una especie de entorno maravilloso. No, una fucking urbanización, una normal fucking urbanización. No hagáis caso de los pajarillos. Bueno, el misterio aperitivo de mañana que os vamos a poner, simplemente es un aprendizaje de que hoy estás aquí y no mañana. Dentro de dos minutos estás muerto, ya está, os lo suelto así. Hay gente, como vais a ver, que va a sacar una fotocopia y al instante está muerto. Ya está, a tomar por culo, se acabó todo, se acabó todo. Eso puede pasar. Ese es el aprendizaje que tenemos con este misterio.

Ahora estás aquí, dentro de diez segundos no. ¿Puede que yo termine de grabar este mensaje? Lo mismo no. Lo mismo no. Lo mismo voy a coger el café, estoy a punto de tirarlo sobre la ordena, hago como un gesto raro, me caigo en el mismo sofá en el que estoy, pero como la esquina del sofá es como dura, me pego ahí justo en un punto de la nuca, que si te das se te vuelve al revés, se te licua el cerebro del golpe y me he quedado. Y de repente pues esto quedaría como un mensaje eterno, porque yo no daría a dejar de grabar al haber muerto.

Oiríais como un golpe, escucharíais un golpe así, creo que ha sonado mucho, ¿eh? Y pajarillos, y ya está. Y yo pediría, por favor, que si me pasa eso antes de que termine de grabar y de repente hay un audio, pues yo qué sé, tardan cuatro horas en encontrar mi cadáver, que saquen ese audio de cuatro horas y ya está, y sea mi despedida. Bueno, ya está. Hostia, qué rayada. Que os dejo con el misterio de la persona que murió de la forma más inesperada posible y tal vez tuvo esa lección vital. ¡Hala! Adiós.

Slaudos paterianos. Bueno, Miriam Lillo, no sé si lo he oído cuando me mató una fotocopiadora.

Slaudos paterianos, Ángel y José. Me ha quedado un poco larga la historia, así que no me enrollo con las presentaciones. Esto pasó hace ocho años por lo menos, cuando no se me daba muy bien eso de cotidianizar misterios. Por aquel entonces yo me encontraba haciendo las prácticas de la carrera en una residencia de mayores. Tras las vacaciones de verano me reincorporé a las prácticas y durante las primeras horas de la mañana mi tutora se dedicó a ponerme al día de todo lo que había pasado durante mi ausencia, informándome, entre otras cosas, de nuevos ingresos y de las bajas.

Y aquí empieza el asunto. Bastante afligida, mi tutora me comenta. Por cierto, hace unas semanas murió Isabel. Dice aquí entre paréntesis. Era una de las abuelitas que vivía en la residencia y a la que yo le tenía especial cariño. Dedicamos los siguientes minutos a hablar de lo buena que era dicha señora, de los pobres hijos y nietos y de lo mucho que le íbamos a echar de menos.

Y tras recomponerme un poco de la noticia, retomé mis tareas. Entro en la sala de fotocopias.

Se me cae un folio y al agacharme me doy un tremendo golpe en la cabeza que me deja media atolondrada. Y acto seguido, una mano fría y huesuda, se posa en mi obra.