El Agradecimiento es el vino nuevo. Homilia viernes 5/9/2025, P. Santiago Martín FM

Yo soy el buen pastor, que da la vida por sus ovejas.

El Señor esté con vosotros.

Lectura del Santo Evangelio según San Lucas.

En aquel tiempo, los fariseos y los escribas dijeron a Jesús.

Los discípulos de Juan ayunan a menudo y oran, y los de los fariseos también.

En cambio, los tuyos, a comer y a beber.

Jesús les dijo, ¿acaso pueden ayunar los invitados a la boda mientras el esposo está con ellos? Llegarán días en que les arrebatarán al esposo, y entonces ayunarán.

Les dijo también una parábola.

Nadie recorta una pieza de un manto nuevo para ponérsela a un manto viejo, porque si lo hace, el nuevo se rompe y al viejo no le cuadra la pieza del nuevo.

Nadie echa vino nuevo en odres viejos, porque si lo hace el vino nuevo reventará los odres y se derramará, y los odres se estropearán.

A vino nuevo, odres nuevos.

Nadie que cate vino añejo quiere del nuevo, pues dirá, el añejo es mejor.

Palabra del Señor.

Nuestro Señor, Dios verdadero y hombre verdadero, tenía el don de explicar problemas teológicos, espirituales, complejos, de una manera muy sencilla.

No es que con estos ejemplos que pone esté dando una lección de cómo conservar el vino, está dando una lección de cómo tiene que ser nuestra relación con Dios.

A veces olvidamos, o por lo menos algunos olvidan, que Jesús era judío, la Virgen María también, San José también, los apóstoles también, y que, por lo tanto, en el Antiguo Testamento, en el pueblo judío, tenemos nuestras raíces, que el Antiguo Testamento es palabra de Dios, que ahí hay revelación.

No está la plenitud de la revelación, pero ahí hay revelación.

¿Qué caracteriza al Antiguo Testamento la relación con Dios en el Antiguo Testamento? Por supuesto, la fe.

Y la fe en el poder de Dios.

Pero también el cumplimiento de la ley, que en el caso de los fariseos era extraordinariamente meticulosa, una gran cantidad de preceptos, donde además estaban al mismo nivel matar a alguien que, por ejemplo, comer un alimento, o mejor dicho, no comer un alimento, que hubiera sido cocido en la leche de la madre.

Esta importancia extraordinaria del cumplimiento de la ley en el Antiguo Testamento corría un riesgo.

El riesgo de que al cumplir una cosa tan difícil, porque, repito, eran muchísimos los preceptos que había que cumplir, terminaras por creer que tú estabas en paz con Dios, en el sentido de que no debías nada a Dios.

Dios había hecho por ti, pero tú también habías pagado, como el que compra un producto.

¿Cuánto vale ese producto? ¿Tanto dinero? Le doy a usted tanto dinero y como mucho, en plan cortesía, le doy las gracias o me las da usted a mí.

Pero no le debo nada.

He pagado con esfuerzo por el producto que compro.

Esto lo nota perfectamente San Pablo.

Porque él era fariseo.

Él había estudiado en la escuela de uno de los fariseos más famosos, ciertamente, dentro del mundo de los fariseos, uno relativamente liberal, Gamaliel.

Pero sabe el peligro que lleva para el alma ese cumplimiento de la ley.

Puedes creerte que no le debes nada a Dios.

Has pagado con un enorme esfuerzo.

Y por eso, San Pablo, que sabe quién es Cristo, sé de quién me he fiado, dice, que sabe que Cristo es Dios y que contempla al Cristo crucificado y al Cristo resucitado