El ángel de la muerte Charles Cullen y el análisis de la película "The good nurse"

Hola, os doy la bienvenida a un nuevo capítulo, a un nuevo episodio del programa Cuadernos de Criminología. Este nuevo episodio del podcast va a adentrarnos en la historia de un criminal muy particular, alguien que lejos de la imagen prototípica de asesinos violentos y con patrones de conducta exhibicionistas, supo camuflarse detrás de una bata blanca y supo contar con la confianza de sus pacientes. Estoy hablando de Charles Edmund Cullen, un enfermero estadounidense que asesinó a un número todavía incierto de personas mientras trabajaba en distintos hospitales de la costa este de Estados Unidos entre los años 80 y principios de los 2000.

El caso de Cullen es uno de los ejemplos más extremos de lo que a menudo se conoce como ángeles de la muerte, es decir, personal sanitario o de cuidado que utiliza su posición privilegiada y acceso a medicamentos, en muchas ocasiones letales, para poder asesinar sin levantar sospechas al menos de forma inmediata.

Pero además es un caso que deja en evidencia grandes fallos dentro del sistema hospitalario y la dificultad de procesar y detectar estas conductas criminales cuando se camuflan tras la profesión médica. Hoy también vamos a hablar de cómo esta historia fue llevada al cine en la película llamada The Good Nurse, en 2022, que fue dirigida por Tobías Lindholm y protagonizada por Jessica Chastain y Eddie Redmayne.

Está basada esta película en el libro homónimo de Charles Grever. A lo largo de este episodio desgranaremos la biografía de Charles Cullen, su modus operandi, las consecuencias de sus acciones y las claves criminológicas que nos permiten comprender, al menos en parte, a un individuo que en teoría tenía la labor de salvar vidas pero acabó convirtiéndose en un asesino en serie.

Asimismo, también vamos a comparar la representación cinematográfica con los hechos documentados para identificar si es realmente fiel la adaptación y qué elementos de la realidad se han dejado de lado o se han dramatizado. Os invito pues a comenzar con esta historia que es bastante desconcertante pero sumamente relevante para el estudio de la conducta criminal.

Charles Edmund Cullen nació el 22 de febrero de 1960 en West Orange, en Nueva Jersey, en el seno de una familia católica con grandes dificultades económicas. Desde muy joven su vida estuvo marcada por la tragedia. Su padre falleció antes de que él pudiera crear un vínculo sólido y tiempo después su madre murió en un accidente de tráfico cuando Cullen tenía tan solo 17 años.

Según diversos testimonios y documentos, estos sucesos traumáticos afectarían profundamente su estabilidad emocional. Durante su adolescencia y primeros años de adultez, Charles Cullen mostró señales de depresión y una gran fragilidad psicológica, hasta el punto de intentar suicidarse en múltiples ocasiones.

Incluso mientras servía en el ejército de Estados Unidos se vio envuelto en episodios que denotaban una gran inestabilidad, si bien logró mantener cierto orden en su comportamiento de cara a las autoridades militares. Al concluir su etapa en las Fuerzas Armadas, Cullen optó por formarse como enfermero, profesión que le permitiría, al menos en apariencia, encauzar su vida y dedicarse a cuidar de los demás. Al finalizar estos estudios comenzó a trabajar en diferentes hospitales de Nueva Jersey y también en Pensilmania.

Aquí es donde se inicia uno de los puntos más intrigantes de la historia.

Las muertes de pacientes en circunstancias sospechosas empezaron a ocurrir de manera esporádica, pero todas ellas con un patrón que pasaba casi inadvertido. Cullen, descrito como un enfermero amable, servicial y a veces incluso tímido, tenía acceso privilegiado a varios fármacos, entre ellos la digoxina y la insulina, con los que supuestamente inducía sobredosis letales a enfermos que en muchos casos ya estaban en estados muy delicados.

Debido al contexto hospitalario donde se atienden pacientes graves, estos fallecimientos no despertaban en un principio demasiadas alarmas. La gran mayoría de los decesos eran atribuidos a complicaciones naturales de la enfermedad que ya presentaban previamente las víctimas. Sin embargo, con el tiempo algunas personas comenzaron a notar estadísticas anómalas en los turnos de enfermería en los que Cullen estaba presente. Pero cuando surgía la más leve sospecha, él solía renunciar y mudarse a otro centro.