

Description of El ángel vengador
José Antonio Valverde recurre al estilo gótico cargado de misticismo, misterio y poesía del siglo XIX, trasladándonos a un pequeño pueblo de montaña con sus miedos y supersticiones y, sobre todo, con la vieja y dañina tradición de la estigmatización ante aquello que, a su parecer, no es normal.
En esta tierra nociva viven dos almas marginadas: por un lado Nol, un joven asmático al que las gentes del pueblo le han convertido en el blanco de sus burlas; circunstancia que ha hecho que en su corazón vaya haciendo mella un creciente rencor. Por el otro una anciana misteriosa y solitaria llamada Madre Chichipán a la que los lugareños toman por bruja y cuya guarida se haya situada en lo alto de un cerro.
Entre estas dos almas solitarias y desterradas de la sociedad ha nacido aquella extraña relación de dos náufragos perdidos en el océano lejos de todo territorio habitado. A estas dos vidas se añade un tercer personaje, la hermana de Nol, una mujer exuberante que, sin quererlo, será el desencadenante de una espantosa tragedia.
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Qué carajos sabían de él los del pueblo. Seguían contando cosas extrañas, quizá porque nunca le habían entendido, ni tampoco nunca le habían querido.
Él no era un personaje tan misterioso como ellos decían.
A Noll le gustaba estar sentado largamente sobre la tumba de los suyos, porque allí estaba lo que él más había amado, lo que más amaba, y porque el cementerio extendía su yerta población precisamente sobre el cerro más alto, allí justo donde el mar empezaba a rendirse en ría y donde el aire, hecho viento de brisa, le entraba boca adentro, limpio hasta los pulmones, prisioneros de un jadeo de nacimiento, un jadeo por culpa del asma maldita.
Hijo de familia bienvenida a menos, Noll sabía que allí en la cima, en el cementerio, se respiraba mejor, y dentro de lo malo combatía su asma.
Qué coño de crofilia ni mierda, son todos mezquinos y mal hablados, un atajo de canallas. Noll no era mal hablado, por el contrario, solamente en sus soledades, en sus largas horas en aquel recinto mortuorio, por otro lado, lugar amable donde corrían limpios los aires.
La gente por lo común es canija de mente y perezosa con el poco seso que le correspondió en el reparto. Siempre hablan y dicen Noll está loco, Noll es introvertido, no habla, Noll siente rencor por la gente, Noll es un resentido, porque su padre no le dejó un duro, y su madre no hizo más que llorar en vida, Noll no tiene amigos, Noll solo es amigo de Chichipan, la bruja del tercer molino.
No les venga, qué mierda sabe la gente, tan mezquina, tan corta.
En realidad, Noll tan solitario, era un pobre y desdichado asmático, que desesperadamente iba mordiendo el aire de su habitación, el de las calles y plazas del pueblo, con la impaciencia del que sabe que cualquier día, dentro de cualquier hora vacía, Sin aire, sin aire, me ahogo, me ahogo.
Acabaría cayendo con la boca abierta de bruces, lo mismo contra el suelo de piedra que contra el barro sucio, o contra la hierba llena de bichos, de lombrices, o de los excrementos de animales irracionales.
¿Qué podía hacer? Tan solo lo sabía, lo esperaba, por eso deambulaba algunas noches por el pueblo como alma en pena, y ya en la madrugada, con la luna llena, redonda como bola de oxígeno, inasequible y lejana, subía hasta el tercer molino, despacio, muy despacio, paso cansado, a reunirse con la tía Chichipán, a quien todos llamaban la bruja, y él llamaba madre, aunque era su única amiga. Era agotadora aquella subida, enemiga mortal para su asma.
Madre Chichipán, aquí estoy.
Yo sé, te he notado subir, estarás cansado, siéntate.
Madre Chichipán, ¿moriré mañana? No, espera, aún espera.
La vieja resumida, irsuta, encorvada, se puso en pie con esfuerzo, tomó posición frente a la luna, olió primero el agua, mojó después en ella un dedo, lo elevó después para ver de dónde venía el viento, y fue contando reposadamente, hasta que el viento secó la humedad del agua en el dedo mojado, hasta ese momento.
Luego dio tres vueltas hacia la derecha, casi sobre sí misma, y otras tres a la izquierda.
Nol la seguía, Nol callaba.
Se agachó tres veces, llevando su pequeño cuerpo hasta el suelo.
Después provocó un eructo, y llevó la cuenca de su mano hasta la boca, retuvo luego el olor en su mano derecha, y la cruzó por su hombro izquierdo, y luego por el derecho.
Por último sopló hacia donde el viento venía, hizo la señal de la cruz tres veces consecutivas.




















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