

Description of Apertura teatral del curso judicial
Pedro Manuel González, autor del libro «La Justicia en el Estado de partidos», en el capítulo nº 277 de «La lucha por el derecho» analiza la apertura del año judicial.
En el siguiente enlace pueden acceder a los artículos de Pedro Manuel González: https://www.diariorc.com/autor/pedromgonzalez
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Yo he fundado un movimiento ciudadano, pero yo soy consciente que ese movimiento ciudadano no va a triunfar porque tenga pases de 5.000 miembros que tendrá ahora a 50.000 o a 500.000.
Eso es imposible.
Ese movimiento está ahí para que los acontecimientos, los hechos provocarán el hundimiento del régimen virtual de partido de la partidocracia.
Entonces será necesario abrir un período de libertad constituyente para hacer una constitución nueva.
Lo que no se hizo a la muerte de Franco.
Y ahí está ese movimiento preparado para que en ese momento ocupar el papel protagonista para definir.
Por eso este movimiento no es un partido y declara que no quiere ser un partido.
No busca el poder.
Lo que busca una constitución que conquiste de verdad las libertades.
Que asegure y garantice todas las libertades de la democracia que constituya una democracia representativa.
Es decir, prohibición absoluta de listas abiertas o cerradas da igual.
Prohibición absoluta de listas.
Prohibición de financiar los partidos por el Estado.
Pero prohibición absoluta.
Sin eso no hay posibilidad alguna de salvación.
Y entonces ese movimiento sí podrá inspirar.
Pero los hechos son los que yo espero que espabilen una vez a los españoles.
La lucha por el derecho con Pedro Manuel González.
El ceremonial con que se abre el año judicial no es sino la prolongación del engaño en el que España permanece desde la fundación de este Estado de partidos, de esta monarquía de partidos.
Bajo la pompa vacía de togas y solemnidades, con la presencia hierática del rey, lo que se significa no es el inicio de curso de una función estatal que debiera ser independiente.
Lo que comúnmente se viene a llamar como poder judicial, sino la representación degradada de un orden político en el que la justicia ha sido reducida a mero órgano burocrático de la administración.
El discurso de Pereyó como presidente del Tribunal Supremo, que a la sazón lo es también del Consejo General del Poder Judicial, es la voz de un magistrado cautivo, no de una institución independiente.
Sus palabras han carecido una vez más de la audiencia necesaria para denunciar la colonización del órgano de gobierno de los jueces por los partidos políticos.
Se ha limitado a la admonición cortés, a la recomendación tibia, con la esperanza de que el legislador, es decir, y al fin y al cabo los partidos, se dignen reparar la ruina que ellos mismos han causado.
Un verdadero rector de la vida judicial no solicita ni ruega.
Afirma con autoridad su independencia.
Pereyó, en cambio, se pliega al guión que lo reduce a funcionario del régimen.
Más grave aún resulta la intervención del fiscal general del Estado cuando, en un ejercicio de malabarismo verbal impropio de quien debe ser garante de la precisión conceptual, afirmó que cree en la verdad, ahí es nada, que cree en la verdad para justificar su presencia en este acto estando próximo a su enjuiciamiento por un delito de revelación de secretos, lo que ya es bastante grave verse.
La verdad, sin embargo, no admite la creencia.
¿Qué es eso de que cree en la verdad? O se es verdad o se es mendad.
La verdad no depende de un acto de fe, sino de la correspondencia entre el discurso y los hechos, entre la afirmación y la realidad.
Decir que se cree en la verdad equivale a convertirla en objeto de convicción subjetiva, como si la verdad fuera opinable, relativa o contingente.
Un fiscal cualquiera, no ya el fiscal general del Estado, que al final sabemos que es una marioneta, un títere del gobierno para el control de la justicia.
Un fiscal cualquiera, como digo, que confunda el terreno de la fe con el de la verdad, desnaturaliza la función esencial de su cargo.
El deber del ministerio fiscal no es creer, sino probar.
No es adherirse, sino demostrar.
La fe pertenece al ámbito de lo religioso, la verdad al campo de lo racional.
Cuando se mezcla lo uno con lo otro, el resultado es el relativismo.
Es decir, que todo sea reducible a un acto de voluntad, es decir, al suma que la verdad dependa de la fe del fiscal.
No hay que engañarse.
Estos déclices...



















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