Armisticio comercial

Soy Fernando Díaz Villanueva, hoy es 3 de noviembre de 2025, y esto es la Contracrónica.

Donald Trump y Xi Jinping se reunieron el pasado jueves en Busan, en Corea del Sur, durante la cumbre de APEC, tras seis años y cuatro meses sin verse personalmente. Aprovecharon el encuentro para acordar una tregua temporal de un año en su guerra comercial. Sin alcanzar un acuerdo formal, pero reduciendo algunas contramedidas mutuas que han ido tomando en los últimos meses. Esto deja la relación comercial entre Estados Unidos y China ligeramente peor que hace un año, aunque más tensa de lo que sería deseable.

La mayor parte de los detalles de lo hablado en esta reunión proviene de Trump, que habló con periodistas en el Air Force One de regreso a Washington y luego publicó un extenso post en su red social, en Truth Social. El comunicado chino fue más breve, pero confirmó algunos puntos mencionados por Trump. Ambas partes pactaron pausar nuevas hostilidades comerciales durante un año, dejando abierta la renegociación de aranceles.

Estados Unidos reducirá en 10 puntos porcentuales sus aranceles a China, a cambio de la promesa de Xi Jinping de perseguir la producción de precursores de fentanilo. Queda así el arancel efectivo promedio en el 47% para la mayor parte de productos chinos. Es un arancel alto, superior a los de otros socios comerciales de Estados Unidos, pero inferior a los aranceles punitivos de hace unos meses. China, por su parte, reanudará las compras de soja estadounidense, un alivio sin duda para el sector agrícola, que había perdido a uno de sus mejores clientes.

El secretario del Tesoro, Scott Besant, anunció que China adquirirá 12 millones de toneladas métricas este año y un mínimo de 25 millones de toneladas anuales durante los próximos tres. Aunque esto trae cierto respiro, los volúmenes están muy por debajo de ventas pasadas y no representan un retorno a la normalidad. En temas energéticos, Trump aseguró que China comprará petróleo y gas provenientes de Alaska, donde hay un gran proyecto en desarrollo pero aún no está construido. El comunicado chino solo menciona cooperación en energía sin detalles específicos.

Los analistas lo ven como un gesto político, similar a otros compromisos obtenidos mediante amenazas comerciales a la Unión Europea y a Corea del Sur. Sobre el tema de las tierras raras, es sabido que China emplea su dominio como arma desde hace tiempo. Se han comprometido a suspender durante un año los controles de exportación anunciados el pasado 9 de octubre, pero no a las restricciones previas ni se eliminan tampoco las licencias de exportación. China, en definitiva, mantiene esta palanca estratégica. Ambas partes suspenderán las tasas portuarias impuestas recientemente, pero eso es más una concesión estadounidense, ya que sus buques apenas operan en puertos chinos.

No se discutió nada relativo a los chips de Nvidia. Estados Unidos mantiene los controles de exportación por motivos de seguridad nacional. Tampoco se mencionó el asunto de Taiwán, pero sí hablaron de Ucrania. Trump cree que China, principal apoyo de Rusia, puede ayudar a traer la paz. En esencia, es un apretón de manos, no un acuerdo definitivo. Los detalles son vagos y irreversibles. La vaguedad implica fragilidad. Hoy por hoy, Estados Unidos depende más de China que China de Estados Unidos, especialmente con el tema de las tierras raras.

Los aranceles son la principal herramienta de Trump, pero ya no son tan efectivos como antes.

Si Trump ha accedido a relajar las tensiones comerciales, se debe sin duda a que quiere evitar problemas económicos en pleno año electoral. ¿La asimetría es clara? Xi Jinping no tiene que rendir cuentas, Trump sí que tiene que hacerlo. Las guerras comerciales son una mala idea contra un adversario poderoso. China decidió contraatacar y Trump subestimó su capacidad de respuesta. Librarla sin aliados es un error. Sin ellos y sin una estrategia diferente, este armisticio durará poco. Fue la noticia del jueves pasado. Bueno, del jueves y del viernes.

La noticia fue una cumbre. La de Donald Trump y Xi Jinping que volvieron a verse las caras y a estrecharse la mano el pasado jueves. Llevaban seis años sin darse cuenta. De hecho, casi seis años y medio. Seis años, cuatro meses y un día. Desde el 29 de junio de 2019, cuando se encontraron en la cumbre del G20, que ese año se celebró en Japón, en la ciudad de Osaka. Muchas cosas han pasado desde junio de 2019. Esta vez el encuentro no se ha producido muy lejos de allí. Muy lejos de Osaka, quiero decir. Se han visto en Busan, en Corea del Sur, en el marco de la cumbre.