Así nacen los libros

Bienvenidas, bienvenidos, personas, oyentes, viandantes, visitantes a este Día del Libro desde el exterior de la Biblioteca Pública Luisa Carnés de Coslada. Aquí arrancamos Así nacen los libros, un programa literario en la calle y dentro de la biblioteca, pero hoy con motivo de esta onomástica de este 23 de abril en plena vía pública con y para todas las personas y gentes, lectoras de Coslada, del Corredor de Lenares, de la Comunidad de Madrid, del universo entero, aquí en esta encrucijada cultural entre la biblioteca, entre el Centro Cultural Antonio López, delante de un monumento gigante e imperdible a la mujer, que no se me ocurre en ningún sitio mejor en el que estar ahora mismo, Merche Montero.

Di hola, di hola, di hola, porque nos hacemos fuertes aquí.

Me da mucha vergüenza que me saludes así.

Bueno, es que, a ver, esto va a pasar, o sea, tenemos unos micrófonos delante, nos ha colocado aquí nuestro compañero Manu Santaella y es lo que va a pasar en la siguiente hora y pico. Nos hacemos fuertes al abrigo de la biblioteca, nos llega el olor que desprenden esos volúmenes con sus páginas llenas de pequeñísimas y grandísimas letras, mayúsculas, minúsculas, de todo tipo.

Contemplamos en la distancia al río Nares, al Jarama, que nos bendicen o nos maldicen con sus aguas. Ya el Nares ha estado un poco bravío las últimas semanas, ya parece que ha vuelto a su a su cauce. Oteamos el horizonte, vemos los valles, si miramos al cielo, nos sobrevuelan los aviones, también de toda clase de cilindrada y pelaje, que buscan refugio en barajas. Adolfo Suárez Lagarto-Spock.

Es que Coslada está un poco en medio de todos estos nudos, ¿no? Todo está en Coslada, que diría la poeta. En fin, incesantes idas y venidas por autopistas y circunvalaciones de todo tipo. Saludamos también a los gigantes motorizados que rugen entrando y saliendo del Puerto Seco. Coslada, en fin, en terreno llano donde se combaten todos los vientos. Qué linda al norte con Madrid, al este con su prima hermana San Fernando de Henares. En fin, que aquí estamos los increíbles e increíbles.

Hull, como siempre, con nuestro compañero Manu Santaella en el control técnico.

Un aplauso para Manu, por favor. En algún rincón de la península esparcidos está el resto de nuestros compañeros. Más al sur, Alberto Axalé. Más todavía lejana e insular, André Terán, Francisco Serrano, allí en el oeste lejano. Y aquí, a mi lado, desde el norte del norte, desde las frías orillas del Atlántico, Merche Montero. Ahora sí, ahora sí puedes contestar el saludo. Ahora sí, buenos días, buenos días.

Bueno, y tenemos aquí armada con un micro inalámbrico a Elisabeth Falomir, que la acusamos de traficar con ejemplares baratos de bruguera. Efectivamente, me decido culpable. No puedo negar nada de esto. La persona que está aquí a mi lado es Pedro Toro, con todo el entusiasmo, como si esto fuese un programa para despertarse por la mañana. Y bueno, pues venga, vamos a empezar. Dale candela a esa sintonía, Manu.

Esto mismo nos cantaba Bob Diddley hace ya unos cuantos años. No se puede juzgar un libro por su portada. Tengo opiniones al respecto, querido Bob Diddley. A la hora de comprar, por ejemplo, yo estoy muy de juzgar por la portada. Efectivamente, yo creo que nadie se abstiene nunca de opinar de la portada.

Tras años de oscurantismo en el diseño editorial en nuestro país, creo que vivimos un tiempo, sobre todo gracias a las editoriales más pequeñas e independientes, donde las portadas de los libros tienen por fin diseños, como Dios manda, bien cuidados, bonicos. No ese color crema con una foto random de banco de imágenes. No miran a nadie en la grama. Oye, compañeros, me vais a p***ar, pero se dice cuándo.