Audiosesión de meditación guiada #221

Nos disponemos a la siguiente práctica de meditación. Cierra los ojos. Observa.

Permitámonos ahora este momento en el que reconozcamos posición corporal, como al cerrar los ojos, el cuerpo nos da también la información en la que ubica cada miembro en el espacio, en el asiento. En este sentido, observa cómo y dónde se encuentran las manos, si están entrelazadas, en contacto con el tejido de la ropa y al mismo tiempo observa cómo sabemos dónde están. Algo tan sencillo aparentemente detrás implica un proceso de percepción de rutas neuronales sensitivas que generan diferentes procesos en los que nuestro cerebro capta y ofrece la manera de procesar cada momento.

En este caso, la actitud corporal implica que no necesitamos un sistema nervioso que nos coloque en alerta de nada. Esto hace que experimentemos este momento sin necesidad de generar ninguna búsqueda. Por muy legítima que sea, tal vez, y podemos hacer de esto nuestro objeto de atención, encuentres que surja de forma natural un anhelo sin duda legítimo propio de bienestar, de descanso mental, de desestrés, de ausencia de ansiedad o incluso un proceso de contentamiento.

Si bien todo ello puede implicar una aparente búsqueda de un resultado, es interesante que observes este momento en el que puedas detectar esos elementos y más tarde cuando la práctica nos aporte un espacio cognitivo de sumo descanso. Ese descanso es el que hace que nuestra mente incluso de ese anhelo legítimo interior de bienestar se disipe para, a la confianza que supone, experimentar la práctica sin control alguno.

La naturaleza de esta, aquí y ahora, en cuanto lentitud, movimiento, ritmo… siempre podemos observar un ritmo que nos acompaña, hay un ritmo en el movimiento del abdomen, hay un ritmo en armonía desde la mirada fisiológica, como nuestro cuerpo nos da la información a través de esa interocepción en la que hacer sutil la percepción para captar el ritmo en el latido del corazón, cada órgano, cada expansión y contracción.