La Base 5x127 | Las elites en guerra compran mercenarios pobres en Colombia

Llevo aquí en Ucrania aproximadamente seis meses.

Quiero decirle a los compatriotas de nosotros que de pronto tengan la intención de venir por acá a Ucrania que esto es algo muy, muy, muy duro, muy diferente a la guerra que de pronto vivimos nosotros en Colombia.

Que lo piensen una, dos, tres y cuatro veces antes de venir que obviamente esto es totalmente diferente. Las incorporaciones están demorando de dos a tres meses para poder usted obviamente firmar contrato. Hay personas que no alcanzan ni a firmar su contrato ni a recibir su primer salario entonces para que también lo tengan en cuenta y de pronto obviamente uno busca lo mejor para su familia pero también deben de pensar en ellos y mejor mirar otras opciones antes de venir.

El mercenarismo colombiano es una expresión contemporánea de las guerras de colonización de nuevo tipo. Las causas internas resultan evidentes al analizar la evolución del paramilitarismo y las condiciones económicas de los ex militares.

Las fuerzas de seguridad colombianas han sostenido prácticas paramilitares que han mutado desde los años 40.

Chulabitas, chulos, pájaros, paras y paracos son algunos de los eufemismos que las poblaciones afectadas han utilizado para evitar el señalamiento directo y sus implicaciones.

Las relaciones paramilitares entre el ejército y la policía colombiana han sedimentado una práctica sistemática de sometimiento territorial basada en la asimetría y en la desposesión.

El mercenarismo colombiano se catapultó al extranjero con la consolidación del Plan Colombia que incorporó a empresas privadas de seguridad estadounidenses. Algunas de estas empresas participaron en la compra y en la prostitución forzada de mujeres y niñas en burdeles de Bosnia y Kosovo a finales del siglo pasado.

Hoy muchos exmilitares colombianos alquilan sus fusiles al mejor postor en conflictos armados. Formados para combatir con nacionales en nombre de la democracia, hoy alquilan sus fusiles mientras las grandes multinacionales de la seguridad, verdaderas ganadoras de esta industria, gestionan la muerte desde sus oficinas en Emiratos o en Wall Street.

De su paso por la tierra quedan las icónicas selfies al estilo Rambo antes de ser abandonados por sus contratantes como ocurrió con los mercenarios capturados en la Guaira tras el fallido intento de magnicidio contra Nicolás Maduro en 2020 y con los sobrevivientes del linchamiento en las calles de Puerto Príncipe, Haití, luego del asesinato del presidente Jovenel Moïse en 2021.

Morir en Ucrania, en Sudán o en Libia es apenas el siguiente paso lógico para quienes ya fueron utilizados como instrumentos de despojo contra los más pobres en su propia tierra.

Con estas palabras concluye Carolina Dian Alonso su última pieza en Diario Red.

Hoy nos acompañará en La Base en un programa en el que analizaremos el mercenarismo colombiano. Bienvenidas y bienvenidos.

La Base, con Pablo Iglesias, Irene Zugasti, Manu Levín e Ina Afinogénova.

Hoy hablamos de mercenarios. Irene Zugasti, ¿qué nos traes? Bueno pues vamos a ver por qué Colombia es una fábrica o exporta mercenarios internacionalmente y también qué está haciendo el gobierno colombiano que sí se está ocupando de abordar el problema no como otros por aquí por Europa. ¿Qué dice la prensa, Manu Levín? Lo bonito, lo heroico, lo maravilloso que es ir a morir al frente de guerra a un país extranjero a miles de kilómetros a cambio de una vida paradisíaca y mejor.

Enseguida lo veremos. ¿A turismo invadiendo un país? Decían los celtas cortos. Ina Afinogénova, cuéntanos.

Pues vamos a ver el destino más popular de ese turismo mercenario y las plataformas de referencia para los mercenarios que reclutan a cada vez más latinoamericanos para esta guerra. Y como decía hoy contaremos con Diana Carolina Alonso, historiadora y analista internacional. Arrancamos, Rocío.

La base de datos, informa Irene Zugasti. Todo tuyo. La internacional mercenaria tiene una parada clave, Colombia. La presencia de mercenarios de este país en la guerra de Ucrania, que luego les contaremos más en detalle, ha destapado una de las caras más salvajes y quizá menos conocidas del régimen de guerra internacional.

El del guerrerismo periférico, como lo llama nuestra compañera Diana Carolina Alfonso. ¿Qué pensaban, ingenuos? ¿Que esto del rearme era igual para todos? La guerra tiene clase, ya lo sabemos. Por eso siempre mueren primero los pobres. Pero la guerra necesita también la lógica colonial para mantenerse. Exportar carne de gañón, la más barata posible, la más sencilla, la más desechable, así de cruel y así de crudo. Afganistán, Irak, Mozambique, República Centroafricana, Siria, Sudán...