La Biblioteca: Juan de la Cruz - 02/10/25

Recuerda que puedes escuchar este audio horas antes de su estreno y sin publicidad suscribiéndote en césarvidal.tv La Biblioteca, con Sagrario Fernández Prieto Estamos de regreso y estamos de regreso para tomarnos un respiro de cultura porque hay que ver cómo viene el programa hoy. Vamos, el programa que llevamos arrastrando desde el editorial hasta el punto nemo ha sido, pero vamos, realmente para no tener ningún respiro. Bueno, ya necesitamos un respiro, nos lo vamos a tomar de cultura y además hoy va de clásicos en la Biblioteca de Doña Sagrario Fernández Prieto.

Muy buenas noches Doña Sagrario, ¿qué clásico nos trae usted hoy? Pues un clásico que nos va a traer mucha calma porque, según le he oído, parece que nos va a venir muy bien a todos. El último clásico, hace un mes hablamos de Teresa de Jesús, estábamos hablando de los carmelitas, de la mística y hoy nos toca hablar de otro carmelita que se considera que elevó la poesía mística a la forma más intensa y más sublime de expresión para muchos, mucho mejor, mucho más arriba metafóricamente hablando, que Teresa de Jesús. Estoy hablando de Juan de la Cruz.

Juan de la Cruz nació... A mí me gusta mucho más, pero bueno, usted sabe que esto siempre es subjetivo. A mí también y la verdad es que no conozco a nadie que prefiera Teresa de Jesús. A todos en general le encontramos más cercano, más natural y más actual incluso en la forma en que, si tú no le dices a alguien que no lea poesía, le haces leer una poesía de Juan de la Cruz y dices ¿en qué siglo piensas que vivió? Y te dirían ahora o en el 20 o algo parecido, ya que resulta muy cercano. Yo creo que eso es lo fundamental.

Juan de la Cruz fue discípulo de Santa Teresa. Nació en un pueblo de Ávila, en Fontiveros, en 1542 y murió en Úbeda en 1591. Era bastante más joven que Teresa de Jesús. Tenía 26 años menos y tuvieron una relación cercana. Se escribían muy a menudo y los dos coincidían en energía, en actividades, en la pasión con la que se enfrentaban al mundo, a su fe y a todo lo que giraba alrededor de los temas de la iglesia. Sin embargo, a pesar de tener muchas cosas en común, de que se pasaron la vida escribiéndose, su formación intelectual es muy diferente.

Santa Teresa de Jesús, ya creo que lo dijimos en su día, tenía muy poca formación de letras. Ella misma hablaba de sus escasas y pocas letras, pero lo compensaba. Era verdad, por supuesto, porque ella misma lo reconocía, pero a la hora de leerla esa escasez parece que se compensa con la pasión con que escribía. Con una naturalidad muy grande también. Esa cercanía casera casi. Habla de todo lo casero, del día a día, que yo creo que es muy hábil y quizá por eso estamos hablando de una época en que la gente no leía como lea ahora o como fue leyendo siglos después.

Eran muy pocos los que leían. Entonces, conseguir escribir una poesía que llegara a mucha gente en esa época no era nada fácil. ¿A qué recurrió? Pues al día a día, el día a día de una mujer religiosa en un convento. Creo que conoce lo que es la vida cotidiana, los quehaceres de la casa y todo eso lo va mezclando con su relación con lo divino. Y por otra parte tenemos a Juan de la Cruz, a San Juan de la Cruz. Ya hemos dicho que, claro, intelectualmente la forma de escribir es muy difícil.