#bienestaryotrasyerbas #BYOY Carolina Cancio

Buen día, buen día. Yo te escucho cortado, si me escuchás bien, vamos con todo. Te escucho perfecta y te cedemos el espacional. Excelente, bueno quiero compartir con vos y tu audiencia este artículo que me llegó hoy. Yo estoy suscripta a las principales revistas de todo el mundo con los últimos avances de la neurociencia y me encantó traer para compartir con todos ustedes este artículo, ya que en el lunes pasado hablamos sobre la importancia del movimiento físico.

Fíjate qué interesante, Carlos, en este estudio se evaluaron las víctimas del atentado de Oklahoma en 1995 y esto no es poca cosa, porque en ese atentado fue, era hasta el del 11 de septiembre el famoso de las torres gemelas, el atentado más importante, más relevante, con mayor número de pérdidas en Estados Unidos. En este atentado lamentablemente murieron 168 personas, muchos niños y más de 600 personas heridas y con consecuencias.

Entonces los científicos dijeron vamos a evaluar cuáles fueron las consecuencias del trauma de estas personas y se encontraron con lo siguiente, más allá de que muchas personas no presentaban síntomas evidentes de trastornos mentales, aún presentaban alteraciones a nivel fisiológicas muy significativas. ¿Qué quiere decir esto para resumir? Es decir, que más allá de que muchos seamos resilientes, resilientes mentalmente, hayamos superado el trauma desde nuestra psiquis, en nuestro cuerpo siguen apareciendo huellas, en neurociencia le decimos prints, ¿sí? Prints de esos traumas, es como si el cuerpo siempre estuviese, podremos decir, a la defensiva, esperando que algo así vuelva a repetirse.

Y este estudio es muy importante porque se hizo en tres variables, se evaluaron tres variables, ¿sí? Primeramente los niveles de cortisol y los estudios demostraron que los niveles de cortisol en estas personas eran mucho más bajos que los niveles de cortisol de cualquier otra persona que no haya pasado por este tipo de situación traumática. Además, la presión, la presión era mucho más elevada y los cambios en la frecuencia cardíaca significativos, es decir, que eran mucho más variables.

Pero junto con todos estos desequilibrios hay uno, uno que es el más llamativo y creo que el más relevante, y es el marcador antiinflamatorio, la interleucina B1, que es una proteína producida por los glóbulos blancos, que es como si nos estuviese diciendo permanentemente, ojo, ojo, que algo como este evento traumático puede volver a repetirse. Es decir, que nos, de alguna forma, nos induce a permanecer en alerta, en un estado que le decimos en neurociencia de lucha o huida.

Y esto favorece a la inflamación, a la inflamación de bajo grado, ¿sí? A esta permanente sensación de no sentirnos en equilibrio también. ¿Por qué? Porque el sistema nervioso simpático, el de lucha o huida, permanece la mayoría o la mayor parte del tiempo activado, sin habilitar, es decir, restringiendo al sistema de reparación del cuerpo a, bueno, a dar lugar a sus funciones, justamente, activar el sistema nervioso parasimpático, que es el que da lugar a la reparación, a la sanación, pero también a la creatividad y a la plenitud de todas las funciones cognitivas. ¿Estás ahí, Carlos? Sí, sí, sí, acá estamos atentos a lo que está contando. A ver, lo que estás diciendo me hace acordar de cuando a uno, por ejemplo, le amputan una pierna y uno tiene esa sensación de que todavía la pierna existe. ¿Es algo similar a eso? Es algo similar a esto, exactamente. Lo que sucede es que en este caso las huellas