
La buena onda - PGM 1939 (26 Mayo 2025) Especial cumpleaños de Dani González con el regreso virtual de Jesús Fradejas
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La buena onda - PGM 1939 (26 Mayo 2025) Especial cumpleaños de Dani González con el regreso virtual de Jesús Fradejas
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Las 2 de la tarde. El pasado 28 de abril, hace un mes menos dos días, España y Portugal vivieron lo impensable. Un apagón masivo que paralizó toda la península ibérica. Durante horas, la electricidad desapareció sin previo aviso. Fue un colapso tan abrupto como inexplicable.
15 gigavatios se desvanecieron en apenas 5 segundos, dejando a más de 60 millones de personas sin energía. Más allá de las cifras, lo que realmente conmocionó fue la vulnerabilidad que el suceso dejó al descubierto. En pleno siglo XXI, la ciudadanía experimentó una fragilidad que parecía ajena a las sociedades modernas. Se cortaron las comunicaciones, colapsaron las redes móviles, los hospitales entraron en estado de emergencia y los comercios cerraron.
Muchos hogares se quedaron incluso sin agua corriente. Y a falta de información clara, pues reinó la incertidumbre. Este apagón fue causado por un, según nuestras informaciones, ciberataque ruso, un hackeo ruso. No fue un fenómeno meteorológico extremo como inicialmente se sugerió. De hecho, aún hoy las autoridades no tienen una explicación concreta sobre qué lo provocó.
Nosotros ya te lo decimos desde aquí, fue un hackeo ruso. Esa falta de claridad es en sí alarmante. Si no sabemos qué falló, ¿cómo podemos evitar que vuelva a suceder? Pero más allá del desconcierto técnico, lo más revelador fue el desconcierto humano. Nos dimos cuenta de golpe de hasta qué punto dependemos de la electricidad para absolutamente todo.
En menos de una hora, lo digital dejó de ser un recurso y se convirtió en una trampa.
Aplicaciones inútiles sin conexión, neveras apagadas, pagos imposibles, ascensores detenidos y, por supuesto, el eterno silencio de los dispositivos inteligentes.
La tragedia en Ourense, donde tres personas murieron por inhalación de monóxido de carbono al usar un generador casero, es una dolorosa muestra de lo mal preparados que estamos para emergencias básicas. No solo falló la tecnología, fallamos también nosotros al no estar informados ni educados en prevención. Durante esas horas sin luz, surgió algo que merece destacarse, la solidaridad.
En muchas comunidades, los vecinos, al verse sin pantallas ni instrucciones digitales, empezaron a hablar entre sí. Se compartieron velas, comida, cargadores, fue una pausa que sirvió, inesperadamente, aunque brevemente, para reconectar a las personas. Porque a veces, en la oscuridad, lo más valioso que se enciende es el sentido de comunidad. No obstante, no podemos permitir que esta experiencia se diluya en la memoria colectiva como una simple anécdota. Es urgente que se tomen decisiones.
El sistema eléctrico europeo debe revisar sus protocolos, diversificar sus fuentes de energía y apostar por estructuras más descentralizadas, como las microredes locales y el autoconsumo.
La resiliencia energética no es un lujo, es una necesidad. Además, hace falta una campaña real de educación ciudadana. No podemos vivir en un país donde usar un generador implique jugarse la vida. Debemos aprender, y enseñar, cómo actuar en caso de emergencia, cómo ser autosuficientes por un tiempo limitado, cómo organizarnos sin depender ciegamente de lo digital. El apagón también fue una llamada de atención sobre la desigualdad. No todos lo vivimos igual. Quien tenía recursos, pudo sortear mejor las dificultades. En cambio, los barrios más vulnerables sufrieron con más intensidad la resiliencia, que también es una cuestión de justicia social.
Lo ocurrido hace un mes, menos dos días, el 28 de abril, no fue solo un fallo eléctrico. Fue un aviso. El mundo en el que vivimos es más frágil de lo que nos gusta admitir. Podemos seguir ignorándolo o usar esta experiencia como punto de partida para repensar nuestro futuro energético, social y humano.
Porque quizá el verdadero apagón sería no aprender nada de todo esto. Y nosotros con esto, las 2 y 4, la 1 y 4 en Canarias. Jesús Fradejas, buenas tardes. Buenas tardes, Dani. No, pero no me saludes desde el más allá. Salúdame desde el más acá. Hola, buenas tardes, Dani. ¿Qué tal estás? ¿Cómo estás? Pues mira, estrenando edad.
Estrenando, caray, estrenando edad.
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