
--- Cable 54 - Cinco cosas muy berlinesas (2) ---

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Hoy os vuelvo a hablar de cinco cosas que creo que son muy berlinesas, y, que, ¡increible! siguen sin aparecer en las guías de viaje.
La alineación para este cable es:
- Una posible confusión
- Un día de la semana inconfundible
- Un sonido que odio
- Una comida que nunca me veréis comprar
- Un club que echo de menos
La canción que suena es Das ist Berlin interpretada por Liane Augustin.
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Cable número 54. Cinco cosas muy berlinesas. Segunda parte.
Una posible confusión.
Durante años pensé que el hecho de haber sido una ciudad dividida, además de hacer que haya dos tipos de semáforos peatonales Aunque ahora parezca increíble, porque es súper icónico, después de la reunificación hubo intentos de reemplazar la simpática versión con sombrero típica de la zona de la RDA por la del Berlín Oeste, pero la gente protestó y no lo hicieron.
Cierro paréntesis y rebobinó. Además de hacer que haya dos tipos de semáforos peatonales y generar varias calles con el mismo nombre, abro paréntesis, el récord creo que lo tiene Hauptstrasse, con diez repeticiones.
Lol y buena suerte si os dan una dirección sin el código postal, aunque aquí yo creo que es más bien por el crecimiento de la ciudad y haber sido anexionando barrios que antes eran pueblos. Cierro paréntesis.
Bueno, pues yo pensaba que ese también era el motivo de que algunas calles estén numeradas de forma par e impar y otras en forma de herradura, creciente en un lado y decreciente en el otro.
Pues resulta que no. Que este simpático sin Dios, aunque está presente en otras ciudades alemanas, tiene razones históricas más antiguas, y se debe a que el sistema de herradura era el más común entre los siglos XVIII y XIX, y el otro, el más internacional, se fue introduciendo en las nuevas calles.
La verdad que el combo de nombres de calles repetidos a tutiplén, sistema de numeración de los edificios dependiente de la zona, ausencia de números en los telefonillos y, la vamos a llamar pintoresca decisión gramatical de decir los números al revés, no diga dieciocho, diga ocho y diez, todo esto hace de orientarse por Berlín un... quenuche.
Un día de la semana inconfundible Puedo confundir un lunes y un martes. Puedo incluso pensar que es sábado y que sea jueves. Lo que es imposible que no reconozca es un domingo en Berlín. Los domingos tienen una atmósfera diferente, mucho más pausada, y Berlín se siente más pueblo y menos ciudad.
Sales a la calle y hay mucho menos tráfico y mucha, mucha menos gente. Tanto es así que a veces, en según qué zonas, se siente una ciudad fantasma. Vas andando y como si fuera una peli de catástrofes, dan ganas de ponerse a gritar ¿Hola? ¿Hola? ¿Hay alguien ahí? ¿Alguien me oye? ¿Queda alguien vivo? Me he planteado muchas veces a qué se debe esto, y yo creo que es una mezcla de que las tiendas cierran, cosa que me encanta y miro con envidia desde Madrid, y que por la mañana la mitad de la juventud se divide entre quienes todavía están durmiendo por haber salido de fiesta y quienes todavía están de fiesta.
Porque sí, en realidad la gente sigue ahí, en alguna parte, no han desaparecido, y cuando llegas a los sitios adecuados, de pronto es como volver a vivir en una ciudad habitada. Ahora estoy solo, ahora no. Ahora estoy solo, ahora no.
¿Y cuáles son esos sitios donde todo el mundo parece haberse puesto de acuerdo para congregarse? Mercadillos, parques, lagos y clubs. Y ya, dependiendo de la época del año y el nivel de frío, pues serán los clubs y los mercados de segunda mano o de Navidad los que tengan mayor poder de atracción, o, si el tiempo acompaña, los lagos y parques, con su distintivo olor a barbacoa anunciando la temporada de Grielen. No, la ciudad no estaba muerta, estaba de parranda.
Un sonido que odio. No sé si es una cosa especial de Berlín o sucede en otras ciudades, pero cuando hace mucho frío y hay nieve, el silencio tiene una cualidad diferente, como amortiguado.
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