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By iVoox Audiolibros El umbral de las brujas 2
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Capítulo 2

Capítulo 2

6/10/2025 · 09:33
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El umbral de las brujas 2 - Capítulo 2

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Todo un hombre. Cuando cumplió trece años, Manolo le pidió a su hermano que de regalo lo llevara a acoger por primera vez. —Así me gusta. Que desde chamaco te enseñes, hombrecito —respondió el chollas. —Yo me aventé mi primer palo a los catorce. Tú vas a ser el orgullo de la familia. Manolo pasó la tarde inquieto, asomado a la ventana que daba a la entrada de su casa. Vivían en una construcción pegada al cerro, en la colonia Nueva Esperanza.

Para llegar, había que subir una estrecha escalera de cemento con cuarenta y dos escalones. Manolo los contó muchas veces, sobre todo desde que su tío Rodolfo se cayó y se rompió la espalda.

Su hermano llegó pasadas las ocho. Tenía mala fama entre los vecinos. Lo acusaban de rat y buscapleitos. —¿Listo, carnal? —A huevo. —Todo arreglado. No te me vayas a rajar.

—¿Qué pasó? Yo aguanto vara. —Cámara, a ver si no resultas puro pájaro nalgón.

Salieron de la casa. Afuera Dani, el mejor amigo del chollas, los esperaba con una bolsa de caguamas.

—¡Yó vale, Manolín! ¿Listo para dejar de lavar a mano? Manolo forzó una sonrisa. No le gustaba que toda la cuadra se enterara de que iba a estrenarse.

Tomaron el microbus hasta la Esmeralda y cortaron por unos baldíos muy cerca de la secundaria 138.

Manolo conocía bien el camino porque era el atajo que tomaba en las mañanas para llegar a la escuela.

Se sentaron en un montón de grava, ocultos tras una barda a medio construir, y destaparon las cervezas. —¡Salud! —brindó el chollas. —Oye, ¿y cómo es la chava que me conseguiste? —Está buena. Le dije que eras quinto para que se aplicara chido.

—¿Y por qué te quedaste de ver aquí? —¿Dónde querías? ¿En el hotel presidente? ¿O crees que me fue muy fácil convencerla para ponerle con un chamaco tan culero como tú? —Tranqui, Manolín —intervino el Dani. —La primera es la más perra, pero una vez que lo pruebes, no vas a querer bajarte del guayabo.

Dieron las nueve y los alumnos de la secundaria comenzaron a salir. Desde su escondite, Manolo distinguió a un par de conocidos. —Pobres pendejos —se dijo. —Pensar que yo era como ellos, pero esta noche voy a convertirme en todo un hombre.

Una mujer con playera ajustada y minifalda pasó frente al baldío y volteó hacia donde se ocultaban.

Manolo se sobresaltó al pensar que se trataba de ella. —No comas ansias —dijo el chollas.

—Esa no es, pero no tarda en llegar. —¿Estás seguro? —preguntó el Dani.

—Tú también, cabrón. Si siguen mamando, cancelamos todo y a la chingada.

Como no quería regresar a su casa sin haber cogido, Manolo dio un trago a la cerveza y no volvió a comentar nada. Le roló la caguama al Dani. Los tres siguieron bebiendo.

Ya iban a dar las diez de la noche cuando Manolo empezó a creer que todo había sido un choro de su hermano. Aunque el chollas no dejaba de repetir —ya se tardó, ahorita llega—, en la calle no quedaba nadie, a excepción de una pareja de estudiantes que caminaba de la mano.

Manolo la reconoció al instante. Se llamaba Sandra y era la chava más bonita de toda la escuela. Soñaba con encontrársela en algún lado, invitarla al cine o a donde fuera y decirle que le gustaba. Al verla con su novio, supo que todo había valido madres. Tanto la cita que le preparó su hermano como sus posibilidades con Sandra. Pensando en eso, apenas se dio cuenta de que el chollas sacaba una navaja y le hacía una seña al Dani. Los novios no los vieron venir.

El chollas se abalanzó sobre el chavo y le golpeó la cabeza contra el pavimento. El Dani bajó a la muchacha de un rodillazo en el estómago y la jaló hasta el baldío. Todo sucedió en segundos. Manolo se quedó allí, caguama en mano. El chollas arrastró el cuerpo inconsciente del novio hasta una zanja. Echó un vistazo a la calle para asegurarse de que nadie los hubiera visto y corrió de regreso al lugar donde el Dani sostenía a la muchacha. «Cálmate, chiquita», le puso la navaja en el cuello. «No te quiero lastimar».

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