Capítulo 361. Los dos injertos que transformarán a los apóstoles. María de Magdala advierte a Jesús de un peligro...

Capítulo trescientos sesenta y uno los dos injertos que transformarán los apóstoles maría de magdala advierte jesús de un peligro milagro ante la riada del jordán por fin puedo escribir lo que desde el rayar del alba de esta mañana ocupa mi vista y oído mentales y me hace sufrir por el esfuerzo de oír cosas externas y de caza mientras que lo que de vo ver y oír son las cosas de dios y me hace intolerante respecto a todas las demás cosas que no sean la que el espíritu cuánta paciencia necesito para no perder la paciencia esperando el momento de decir a jesús aquí me tienes ahora puedes seguir adelante porque lo he dicho otras veces y ahora lo repito cuando no puedo proseguir o empezar la narración de lo que veo la escena se detiene al principio o en el punto en que me interrumpen y luego continúa su secuencia o empieza de nuevo cuando puedo seguirle libremente creo que dios quiere esto para que no omita o confunda ni siquiera un detalle particular lo cual podría sucederme si escribiera un tiempo después de haber visto aseguró por mi conciencia que cuanto escribo por verlo oírlo lo escribo mientras lo veo y oigo así pues esto es lo que veo desde el comienzo de la mañana y mi interno consejero me dice que es el comienzo de una larga y hermosa visión on jesús con un tiempo de lobos va por un camino campestre en baratísimo el camino es un pequeño río de lodo que a cada pisada sede y salpica un lodo amarillento pegajoso resbaladizo al jabón blando que se agarra a las sandalias y la zafira como si fuera una ventosa y al mismo tiempo se desliza bajo sus suelas haciendo penosa la marcha en medio de muchos fascinados debe haber llovido y requete llovido en nuestros días y el cielo un cielo bajo veo recorrido por nubarrones densos impulsados por los vientos siroco ilegal tan densos que el aire parís en la boca un cuerpo dulce ron una pátina empalagosa todavía promete más lluvia no alivia este rico soplo de viento que plega hierbas y ramas y luego pasa para tornar todo a la inmovilidad quesada del bochornos tempestuoso de vez en cuando un nubarrón se abre y gruesas gotas calientes como si provinieran de una ducha templada caen para formar borbollones en el lodo que salpica aún más en las túnicas y las piernas los bajos de las túnicas a pesar de que jesús y los suyos las hayan recogido disponiendo las muy avanzadas en torno a las caderas con la ayuda del cordón que la ciñe a las cinturas son una entera cazcarra de fango muy un nudo en la parte más baja casi seco en las salpicaduras más altas túnicas y mantos estos también nos llevan lo más alto posible nos han plegado en dos y así lo llevan por limpieza y para protegerse doblemente de los chaparrones breves pero violentos están enteramente sucios de barro y los pies y las piernas hasta la mitad de las espinillas parecen cubiertos de una espesa media de lana casca riosa y que sin embargo es lodo lodo y más lodo encontrado hasta aquí el comienzo ahora prosigue los