Cayo Julio César

La República de Roma llora la muerte de su sacerdote más ansiado, el Pontífice Máximo.
Es un cargo religioso de enorme prestigio, pero que también conlleva autoridad política e influencia.
Ahora el pueblo de Roma debe votar a su nuevo pontífice.
Se espera que los candidatos sean políticos con experiencia y carreras asentadas.
Dos estadistas de cierta edad se han postulado.
Pero también lo ha hecho un político a quienes doblan la edad, Julio César.
Se trata de un acto revolucionario, de un desprecio descarado de las convenciones, arrogante e inadecuado.
Pero la cuestión es que a César no le importan las convenciones.
César es un aventurero, se pasa la vida tentando a la suerte.
Y creo que queda muy claro lo que César desea desde el principio, ser el hombre más grande de Roma.
En el corazón del más poderoso imperio del mundo antiguo se erige Roma.
Durante 500 años fue dirigido por un gobierno electo.
Pero en poco más de una década, la República sería derrocada por la ambición de un solo hombre.
La historia de César ha perdurado de forma increíble.
Es de una resonancia tan poderosa que sigue siendo una de las historias políticas más extraordinarias y apasionantes del mundo occidental.
Ahora, historiadores y expertos que comprenden la naturaleza del poder político escrutarán su ascenso.
Es muy inteligente, sabe aprovechar sus oportunidades.
Se preguntan cómo un solo individuo pudo alterar un sistema político de siglos de antigüedad hasta el límite.
Julio César es un demagogo de la clase más peligrosa.
Esta es la historia de cómo la ambición se convierte en tiranía.
Este es honroso en todos los sentidos, es inmoral, antireligioso y potencialmente un tirano.
Y de cómo nace un dictador.
La terrible elección es que al final, un populista puede corromper un Estado entero.
Para cualquier sistema político donde se valoren la estabilidad, la justicia y la libertad, debería ser como mínimo una llamada de atención.
La lucha por la democracia debe ser constante.
Si la das por hecha, llegará un nuevo César.
La elección del nuevo sumo sacerdote de Roma es inminente.
El contrincante sorpresa es Julio César, de 37 años.
Un político de rango medio, en un gobierno que es el centro de Roma y de su imperio.
En el 63 a.C. César es, en términos relativos, un magistrado de menor antigüedad.
En una democracia actual, equivaldría a un ministro, quizás de un rango ligeramente inferior.
César es un tipo atractivo en todos los sentidos de la palabra.
Es elegante, lleva su toga de manera distintiva.
Para destacar de entre el montón, como desprecio a las convenciones, proyecta exactamente la imagen del tipo de político y de persona que aspira a ser.