

Description of Chapter 12
La pelota caliente - Chapter 12
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Décimo segundo.
A la altura del séptimo episodio todo parecía perdido.
Sólo un milagro podría salvarnos de la derrota.
Siempre he escuchado que el séptimo es el inning de la suerte, pero realmente nunca he entendido cómo es la cuestión.
¿Para quién es la suerte? ¿Para el que gana o para el que pierde? Nunca lo he podido entender.
En el béisbol, como en todos los deportes, la suerte de uno es la mala suerte del otro.
Y sin ella nadie gana.
Por eso hay que buscarla.
Observé la sombra gigantesca del pitcher al levantar los brazos, al hacer sus movimientos para lanzar con todas sus fuerzas la pelota hacia el home.
Sabía lo que me jugaba.
Pensé en la suerte.
Pensé que era el séptimo.
Una y otra vez las vi pasar.
Unas lentas y otras rápidas.
Le pedí la cuenta al umpire.
Tres bolas y una strike.
Buena cuenta para batear.
Levanté la vista.
Me coloqué la gorra con la visera hacia atrás.
El público se levantó.
Me sentí fuerte.
La fe mueve montañas.
Y esa era una fe colectiva.
De pie frente al lanzador esperé tranquilamente la bola precisa.
La que había esperado toda la noche y que ahora esperaba con verdadera ansiedad porque podía servir para cambiarle la cara al partido.
La vi venir.
Hizo una extraña morisqueta en el aire antes de llegar.
Pero la adiviné.
Estoy seguro de que fue mi experiencia y que necesité de todas las enseñanzas del Capi Castillo, mi mejor entrenador, para adivinarla.
Moví el bate con todas mis fuerzas.
Sentí el golpe seco de la pelota al estrellarse con la porra.
Le pegué en todo el centro y con toda mi alma entre las dos costuras.
La pelota empezó a elevarse.
A elevarse.
A elevarse con resignación para caer fuera del estadio, a más de treinta metros de la barra del jardín izquierdo, para convertirse en un honrón, en el honrón que empataba el juego.
Un rugido de aplausos y gritos me ensordeció.
La felicidad me recorrió el cuerpo y se detuvo en mi corazón, agitándolo con fuerza.
Otra vez sería el héroe.
Parecía destinado a serlo.
¡Mi madre! Este man sí batea de verdad, ¿verdad? Y hasta pinta de grandes ligas tiene.
Cuando pasé por el plato todos me abrazaron.
Otra vez sentí una cosquillita recorriéndome todo el cuerpo.
Me sentí el héroe.
El mejor.
Antes del honrón nadie daba cinco centavos por nosotros.
No existía ninguna esperanza, ni siquiera una diminuta esperancita en mínimo singular.
Pero ahora todo era diferente, porque este honrón nos volvía leones y los cubanos no nos ganarían ni trayendo a Fidel.
¡Ahora sí ganamos! ¿Por qué no hablas ahora? Come que hayas.
¿No dis que le ibas a Cuba porque es el mejor equipo del mundo? ¡Colombia! ¡Colombia! ¡Colombia!
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