
Chernóbil: la radiación que cambió la historia- T2xE53

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El 26 de abril de 1986, una explosión en el reactor número 4 de la central nuclear de Chernóbil desató una de las mayores catástrofes tecnológicas de la historia.
En este episodio, exploramos qué ocurrió realmente esa noche, cómo la meteorología dispersó la radiactividad por Europa, y cuáles fueron los efectos en la salud, el medioambiente y la ciencia.
Desde los errores técnicos hasta el legado ecológico y simbólico, un recorrido riguroso por la huella invisible que aún persiste… y que cambió el mundo para siempre.
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Bienvenidos una semana más a Planeta Oculto, el lugar donde la ciencia revela lo que muchas veces preferimos no mirar. Hoy viajamos a un punto de la historia donde la tecnología, la política, el clima y un error humano se encontraron, y el resultado fue una catástrofe invisible pero imposible de ignorar. El 26 de abril de 1986, una fecha que se repite cada año como una advertencia. A la 1 y 23 de la madrugada, el reactor número 4 de la Central Nuclear de Chernóbil, en la antigua Unión Soviética, explotó. No fue una explosión atómica, no hubo un hongo nuclear, pero sí ocurrió algo que cambiaría para siempre la relación entre la humanidad y la energía, la liberación masiva e incontrolada de radiactividad al medio ambiente. Durante horas, nadie lo supo. Durante días, nadie lo dijo. Durante semanas, el mundo entero respiró partículas invisibles arrastradas por el viento. Y es que lo más inquietante del accidente de Chernóbil no fue solo la explosión, fue lo que vino después.
Lo que el ojo no podía ver, lo que viajó en silencio a través de la atmósfera, lo que cruzó fronteras mares, montañas. Chernóbil fue una catástrofe tecnológica, sí, pero también fue un fenómeno meteorológico, político, biológico, ambiental y social. Fue una tormenta de errores, decisiones tardías y consecuencias inesperadas. Y fue, sobre todo, una demostración brutal de cómo una sustancia invisible, la radiactividad, puede alterar paisajes, cuerpos, generaciones enteras sin necesidad de hacer ruido. Hoy, casi cuatro décadas después, todavía estamos recogiendo fragmentos de aquel desastre. Todavía hay zonas donde la Tierra no se puede habitar. Todavía hay cuerpos que llevan en su interior el legado del yodo, del cesio, del estroncio. Y todavía hay preguntas sin una única respuesta. ¿Cuántos murieron realmente? ¿Cuántos habían las autoridades? ¿Pudo evitarse? ¿Podría repetirse? En este episodio vamos a mirar Chernóbil desde un ángulo poco habitual, el papel de la atmósfera.
Porque fueron las corrientes de aire, las lluvias, los vientos en altura quienes decidieron qué regiones sufrirían las consecuencias. La meteorología fue tan protagonista como el reactor, casi. Y eso cambia la narrativa por completo. Vamos a hablar de ciencia, de salud, de política, pero sobre todo vamos a recordar que no hace falta ver una catástrofe para estar dentro de ella. Bienvenidos a Planeta Oculto. Hoy nos adentramos en un capítulo donde la radiación no solo afectó cuerpos, sino también cambió la historia. ¿Qué ocurrió en Chernóbil? La madrugada del 26 de abril de 1986, a la 1 y 23 hora local, el reactor número 4 de la central nuclear de Chernóbil, en la entonces Unión Soviética, sufrió el accidente nuclear más grave de la historia civil. Una explosión devastadora destruyó parte del edificio del reactor y liberó a la atmósfera una cantidad masiva de material radiactivo, que durante días fue transportado por el viento a través de Europa.
Pero, ¿qué ocurrió exactamente esa noche? ¿Cuál fue la secuencia técnica y científica del desastre? El reactor implicado en el accidente era un modelo RBMK-1000, un diseño soviético de agua ligera y moderación por grafito. Este tipo de reactor tenía una particularidad crucial. Utilizaba agua como refrigerante, pero grafito como moderador de neutrones, lo que le permitía seguir funcionando, incluso si se perdía parte del agua. Y eso lo hacía peligrosamente inestable en ciertas condiciones de baja potencia. Además, el RBMK tenía un coeficiente de reactividad positivo a bajos niveles de potencia. Esto significa que si la temperatura o la presión cambiaban de forma crítica, el reactor podía volverse más reactivo en lugar de menos. Un comportamiento contrario al diseño seguro de muchos otros reactores del mundo.
La noche del accidente, los operadores estaban realizando una prueba de seguridad eléctrica.
Querían comprobar si en caso de fallo
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