

Description of La chica del semáforo
David la veía a diario en aquel semáforo. Una inesperada tormenta desencadena la pasión
This content is generated from the locution of the audio so it may contain errors.
Hola, gracias por entrar a mis relatos, si te divierten, no olvides darle al me gusta y suscribirte, es gratis, anónimo y significa mucho para mí.
David veía cada día a esa chica haciendo malabares en un semáforo.
Era guapa, con el pelo moreno y una agilidad que hipnotizaba.
Cuando iba con su novia, ésta siempre criticaba a ese tipo de gente, con su clasismo habitual.
Pero cuando David iba solo, siempre llevaba unas monedas.
Cada vez que se las entregaba, la sonrisa de la chica le alegraba la vida, iluminando su día como un pequeño sol.
En una maravillosa ocasión, mientras David estaba en el semáforo, contemplando la breve y cautivadora actuación de la chica, un trueno rugió en el semáforo.
De manera repentina, empezó a caer una tormenta eléctrica seguida de una lluvia torrencial.
Sin pensarlo, David invitó a la chica a subirse a su coche.
La chica dudó por un instante, aún estando empapada, pero ante la sensación de frío y la insistencia del chico aceptó.
Una vez dentro, se presentó.
Se llamaba Elisa y estudiaba Artes Escénicas.
Era una de las razones por las que practicaba en el semáforo, además de que un dinero extra nunca venía mal.
Rieron, se cayeron bien.
Ella le agradeció con esa sonrisa maravillosa su generosidad, una sonrisa que a David le parecía la más hermosa del mundo.
Finalmente, llegaron a casa de la chica.
Elisa invitó a David a subir.
Él se negó al principio, pero ante el ofrecimiento de una cerveza, acabó aceptando.
Cuando llegaron al apartamento, ella dijo que se iba a quitar la ropa mojada.
Él la esperó sentado en el sofá.
Los minutos se hicieron eternos, cargados de una anticipación deliciosa.
Tras unos instantes que parecieron una eternidad, Elisa apareció.
Regresó rodeada de un silencio que lo decía todo.
David levantó la mirada y se encontró con Elisa completamente desnuda, una cerveza en cada mano y una sonrisa que le derritió hasta el alma.
El goteo de la lluvia en la ventana parecía el único sonido en el universo mientras David la observaba.
No había vergüenza en su mirada, sólo una curiosidad traviesa y una confianza que desarmaba.
Sus ojos bajaron lentamente, recorriendo cada curva, cada línea de su cuerpo.
La piel de Elisa, aun con algunas gotas de lluvia, parecía brillar bajo la tenue luz del apartamento.
Su pelo mojado le daba un aire aún más salvaje, más libre.
Elisa le ofreció una cerveza con un gesto divertido, como si estuvieran en la situación más normal del mundo.
David, con la garganta seca, tomó la botella.
Sus dedos rozaron los de ella por un instante, y una chispa, casi imperceptible, saltó entre ellos.
—Espero que no te importe.
La ropa mojada es incómoda y tengo todo el resto en la lavadora.
David no pudo evitar una pequeña sonrisa.
—No me importa en absoluto, además estás en tu casa.
Elisa rió, con esa risa clara y melodiosa inundó la pequeña sala.
Se sentó en el suelo, frente a David, con las piernas cruzadas y la cerveza en la mano.
La naturalidad con la que se movía, la forma en que su cuerpo se exhibía sin artificios era magnética.
No había nada vulgar, sólo una honestidad pura que David encontró increíblemente excitante.
—Cuéntame, David, ¿siempre eres tan caballero con las artistas callejeras o sólo conmigo? David sintió el calor subir por su cuello.
—Bueno, no todos los días me encuentro con una artista que hace malabares bajo una tormenta torrencial.
Hizo una pausa, su mirada se detuvo en los ojos brillantes de Elisa.
—Y no todos los días una artista me deja sin palabras.
Sus ojos de Elisa brillaron con una intensidad deliciosa.
El aire en la habitación se volvió denso, cargado de una tensión dulce y anticipatoria.
El sonido de la lluvia afuera ya no era sólo lluvia, era el telón de fondo de un momento que estaba a punto de cambiarlo todo.
David dejó la cerveza en el suelo.
La atracción era irresistible, un imán invisible que los acercaba.
Elisa, con una sonrisa aún más amplia, dejó también la suya.
Sus ojos no se despegaban, como si una conversación silenciosa se desarrollara entre ellos.
David extendió una mano, y Elisa la tomó sin dudarlo.
Sus dedos se entrelazaron, en un contacto que envió una corriente eléctrica por todo su cuerpo.
Lentamente, David se inclinó hacia ella.
Elisa no se movió, sólo lo miró con una expectación que le robó el aliento.
Sus rostros se acercaron, el aliento de uno rozando el del otro.
Sus ojos de David bajaron a los labios de Elisa.
Y entonces, sus bocas se encontraron.
Fue un beso suave al principio, un roce tímido que exploraba.
Pero con cada segundo, la intensidad crecía.
Los labios de Elisa eran suaves, cálidos, y su sabor, embriagador.
David la atrajo más cerca.
Su mano libre se posó en la nuca de ella, profundizando el beso.
Elisa respondió con la misma pasión.
Su cuerpo se inclinó.




















Comments of La chica del semáforo