La Ciudad ilustrada 29/05/2025

A continuación les ofrecemos la ciudad ilustrada con Francisco Acullo, aquí en Granada FM, la radio cultural.

A las ardientes puertas de diamante, coronado del árbol de peneo, mostraba en dulce voz llorando lo feo que allí puede llorar un tierno amante. Suspendidas las furias de atamante y parado a sus lágrimas el leteo, en carne que no ensombra, su deseo vio su querida Eurídice delante.

¡Oh dulces prendas de perder tan caras! Tú, Salicio, ¿qué dices? ¿Amas tanto que por la tuya suspender barajas los tormentos del reino del espanto? Paréceme que dices que cantaras que el doblaran la visión y el llanto.

Queridos amigos de la ciudad ilustrada de Granada FM, muy buenas noches y bienvenidos a vuestro programa de la noche de los jueves dedicado a la literatura, al arte, a la música, a la poesía, a la ciencia.

Os saluda muy cordialmente vuestro sincero amigo Francisco Acullo, con la ilusión de que el programa de hoy os resulte grato.

Como siempre, en los controles, Fran, que se cuida de que todo vaya perfectamente.

Comenzamos la edición de hoy con un extraordinario soneto, el Fénix de la poesía del genial Lope de Vega.

Poema que viene muy a propósito, ya lo verán, con el programa de hoy, que les garantizo que será muy interesante.

El eje vertebrador del mismo, como siempre, es un libro.

Una novela muy singular, no sólo por ser breve y enjundiosa, sino por los contenidos y sugerencias a que nos mueve.

El libro en cuestión, La dama de Amberes, el autor José Luis Garrett.

Libro que a mí, personalmente, me embulló en el riquísimo dominio del mito en general, y particularmente en el de Orfeo y Eurídice.

Esta es, como digo, la sugerencia personal que me reporta, aunque son muchas las vertientes a las que puede llevar al lector en su lectura.

En realidad, la tradición orfica es antigua y riquísima en la literatura y en la poesía.

Desde las metamorfosis de Ovidio, pasando por el prólogo para la Eneida de Virigilio, a Misloff, a Rilke, a Margaret Atwood, a nuestra propia tradición clásica a través de Lope de Vega, o al mismísimo Francisco de Quevedo.

Si como veremos en la entrevista, la música será uno de los ejes primordiales donde encuentra fundamento, no sólo la trama argumental del relato, sino una capital base ideológico-literaria, artística, y yo me atrevería a decir que incluso filosófica.

Dicha tradición orfica no había de pasar en modo alguno desapercibida tampoco al mundo de la gran música.

Así, en las óperas como Tido y Eneas de Henry Purcell, al Orfeo y Eurídice de Gluck, al Orfeo de Haydn, a la cantata La muerte de Orfeo de Berlioz, al Orfeus de Liszt, o al sarcástico Orfeo de Offenbach, o al ballet del mismo nombre de Igor Stravinsky, o finalmente a la impresionante ópera de Monteverdi donde el prólogo a su Orfeo y Eurídice decía, soy yo, la música, quien con sus dulces acentos sabe apaciguar los corazones altos de mi corazón.