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By National Geographic España Curiosidades de la Historia National Geographic
La ciudad de Madrid desde los ojos de Benito Pérez Galdós

La ciudad de Madrid desde los ojos de Benito Pérez Galdós

6/6/2025 · 08:17
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Description of La ciudad de Madrid desde los ojos de Benito Pérez Galdós

Desde que llegó a la capital de España a los 19 años, Galdós quedó fascinado por una ciudad moderna y a la vez castiza cuyo pálpito recogió en sus grandes novelas.

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Hoy hablaremos de Pérez Galdós, el explorador de Madrid. Cuando Benito Pérez Galdós llegó a Madrid desde su gran canaria natal con el objetivo de estudiar Derecho, se encontró con una ciudad inmersa en plena transformación.

Corría el año 1862 y la urbe contaba con nuevos edificios propios de una capital, como el Congreso de los Diputados, la Universidad Central o el Teatro Real. Se acababa de remodelar la Puerta del Sol y el Paseo de Recoletos y se había construido un moderno sistema de abastecimiento de agua, el Canal de Isabel II.

Por doquier se alzaban nuevos y suintuosos palacetes, la morada de las clases ricas. Pero más allá de este flamante escaparate del nuevo Estado Liberal, comparado con otras capitales europeas, Madrid distaba de ser impresionante. Con sus oscuras corralas y vaquerías se parecía más a un pueblo grande que a una metrópolis. Galdós recordaría su sensación al llegar.

No tuvo la villa y corte mis simpatías. Cuando en ella entré parecióme un hormiguero, sus calles estrechas y sucias, su gente bulliciosa, entremetida y charlatana, los señores ignorantes, el pueblo desmandado, las casas feísimas y con olor de pobreza. Pese a ello, la vieja, sucia, destartalada, juerguista, oscura y burocrática urbe acabó fascinando al joven canario que la convertiría primero en tema de artículos de periódico y luego en escenario de sus novelas, sobre todo del ciclo que va desde la desheredada de 1881 a Misericordia en 1897, entre las que se encuentran en su obra maestra, Fortunata y Jacinta. Llegado como un inmigrante más, Galdós empezó viviendo en una casa de huéspedes, primero en la calle de Fuentos y luego en la del Olivo, un ambiente que evocaría en la novela el doctor Centeno. Cautivado por el ambiente que lo rodeaba, no dudaba en faltar a clase para recorrer las calles. Él mismo lo cuenta en Memorias de un desmemoriado.

En la universidad me distinguí por los frecuentes novillos que hacía. Canduleaba por las calles, plazas y callejuelas, gozando en observar la vida bulliciosa de esta ingente y abigarrada capital. Frecuentaba un café de la Puerta del Sol, donde se reunía a buen golpe de mis paisanos. Se refiere al Café Universal, centro de reunión de los canarios en Madrid. Galdós alude al abigarramiento de una ciudad que había pasado de menos de 60.000 habitantes en 1840 a 540.000 en 1900. Sus calles aparecían llenas de viandantes, de carros, carrozas y tranvías tirados por mulas y de multitud de tiendas que abarrotaban las aceras. En Fortunata y Jacinta, Galdós evoca un paseo de la burguesa Jacinta, entre la bulla de la calle de Toledo, con los puestos a medio armar en toda la acera, las baratijas, las panderetas, la loza ordinaria, las puntillas, el cobre de alcaraz y los 20.000 cachivaches.

El suelo intransitable ponía obstáculos sin fin, pilas de cántaros y vasijas ante los pies del gentío presuroso y la vibración de los adoquines al paso de los carros parecía hacer bailar a personas y cacharros. Un ambiente más aireado y espacioso se encontraba en los barrios burgueses resultantes de los sucesivos ensanches de la ciudad y del derribo de la antigua Tapia que la acercaba. Galdós evocará este Madrid burgués en novelas como Lo Prohibido, de 1885, centrada en la familia Bueno de Guzmán, que vive en un palacete junto al paseo de recoletos. Desde un gabinete de la planta baja, el protagonista ve y oye el ambiente del paseo. Me agradaba ver pasar cada cinco minutos el tranvía, siempre de derecha a izquierda, con las plataformas llenas de gente. Me acompañaban los carros que a todas horas pasaban y el grito de los carreteros.

Me entretenían los simones, la gente dominguera que por las tardes invadía la acera de enfrente, pollería de ambos sexos, alquiladores varios de las sillas de hierro, esto es, los jóvenes o pollos que allí se sentaban. Pasaba a ratos buenos observando el público especial de los puestos de agua y las tertulias que se forman en aquellos bancos. Observaba a la aguadora y el barrendero de la villa, el manguero y la beata que sale de la iglesia, el sargento y el ama de cría, la niñera y el mozo de tienda. El retiro, convertido en parque público en 1868, también era un foco de la vida social de la burguesía o de quien aspiraba a serlo. En la desheredada, Galdós escribía, aquí, en días de fiesta, verás a todas las clases sociales, vienen a observarse, a medirse, el caso es subir a la escala.

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