

Description of COMPLICE de Steve Cavanagh
La arena se está convirtiendo en un material más caro y deseable cada día, para David Miller, apodado el hombre de arena por el FBI, es un elemento esencial para cumplir con el ritual de sus crímenes. Uno de los mejores abogados que ha dado la novela negra en las dos últimas décadas acepta defender a la esposa de Miller, a pesar de que las pruebas evidencian su complicidad y parecen conducirla a una cadena perpetua sin remisión.
Entonces Sandman reaparece tras un año de persecución fallida para demostrar que condenar a su esposa equivale a la condena de muchos inocentes, incluyendo a su equipo legal.
Steve Cavanagh es un abogado civil irlandés que lleva cuatro novelas compensando su realidad cotidiana de abogacía burocrática, a base de meter a su alter ego americano en peligros mortales que no siempre puede evitar. Buenos giros, personajes interesantes, ritmo sostenido y entretenimiento con detalles realistas, como ciertos escarabajos que....
Con la participación de Guillermo Orduna, Macu de la Cruz, elena Serrano, Miguel Novack, David Paramio y Olga Monfort.
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Manhattan, el lugar elegido por un abogado civil irlandés para inventarse un alter ego
que le sacara de su rutina entre reglamentos, decretos y burocracia. Su abogado sería todo
lo contrario. Se movería entre criminales, chicas duras hermosas y acción en primera línea. Así
nació Eddie Flynn. Y a pesar de que su padre literario jamás había pisado esta ciudad,
sí que había visto muchos capítulos de Starkey Hatch, de Goyack y las series americanas de ese
tipo con las que se había entretenido en su adolescencia. Fue suficiente para recrear lo
que necesitaba y desde su casa y su bufete civil en Dublín, Steve Kavanagh ha tenido tanto éxito
como para presentarnos ahora la cuarta novela de su personaje que ya se lee en varios idiomas y
que ahora se va a enfrentar a un asesino al que han puesto de nombre el hombre de arena,
Sandman. Porque antes de extraer los ojos de sus víctimas y rellenar sus cuencas con arena,
al igual que hace el personaje infantil requirado por una canción muy popular de los años 50.
Demos un vistazo a la novela que acaba de publicarse,
la cuarta entrega de los casos de Eddie Flynn, titulada Cómplice.
El sol rojizo caía lentamente sobre el decrépito tejado del Grady Sim cuando Sandman detuvo su
vehículo en el aparcamiento. Había bastantes hoteles en esa zona, esa parte de Queens estaba
muy cerca del JFK así que prácticamente podía considerarse una zona de hoteles baratos. El
Grady Sim resultaba ser el más barato de todos ellos, un precio que se ajustaba a lo que ofrecía,
sólo aquellos que estuvieran muy desesperados o sin blanca o las dos cosas se alojarían allí.
El dinero no era un problema para Sandman, las cámaras de seguridad ese era el problema.
Había otros dos vehículos en el pequeño aparcamiento que tendría unas 20 plazas,
el viejo coche familiar debía llevar allí mucho tiempo a juzgar por la suciedad del
parabrisas y los cuatro neumáticos medio desinflados. El otro vehículo, un Toyota,
quizá perteneciera al encargado nocturno. Sandman cogió la bolsa que llevaba en la
furgoneta negra. Todas las agencias de las fuerzas de la ley en Estados Unidos
llevaban buscando ese vehículo desde hacía un año. Cambiar las matrículas con regularidad le
había permitido seguir usándolas sin llamar la atención. Sandman se puso una gorra de béisbol
y se tomó otro momento para admirar el edificio y el entorno. La pintura se había descascarillado
en cada panel de madera, en cada armazón de ventana. Las tejas de la cubierta eran de pizarra
y parecían que pudieran desprenderse al menor soplo del viento. Algunas ya lo habían hecho y
se veían matojos de hierba sobresaliendo entre el revestimiento del tejado. Un edificio oscuro,
grande y vacío. El lugar perfecto para él. Subió los escalones de la entrada y recorrió el
majestuoso vestíbulo hasta la recepción. El tipo de detrás del mostrador estaba sentado en una silla
leyendo un libro de bolsillo. No se levantó ni siquiera al percatarse de que alguien se acercaba.
No en el momento. Cuando bajó el libro dejó entre ver una tez blancuzca, un pelo grasiento y una
leve sonrisa. ¿En qué puedo ayudarle señor? Quisiera una habitación. ¿Cuánto tiempo quedará?
No cobramos por horas. Me quedaré esta noche. Serán 53 dólares. Perfecto. Es su tarjeta de crédito
para poder completar el registro. Sacó una tarjeta de la cartera y se la entregó al recepcionista.
Este la pasó por la máquina, imprimió una tarjeta de huésped y luego le pidió una dirección y otra
firma. Mientras el hombre teclaba en su ordenador, Sandman dio la vuelta a la tarjeta y escribió algo
en el dorso. Volvió a darle la vuelta, anotó la dirección de Old Bush Blurry y dijo... Voy a ir a
comprar algo de cena. ¿Le importa si dejo mi bolsa en la consigna? Por supuesto, la llevaré yo mismo.
Por cierto, soy Tom, el encargado. Gracias Tom. Después salió del hotel, se montó en la furgoneta
y puso el motor en marcha. Echó un vistazo a su reloj y no pudo evitar pasar el índice alrededor
de la caja de bronce. Un Panerai sumergible de 1950. Un regalo muy costoso, hecho con mucho
cariño. Solo había otros 249 relojes como aquel. Eran idénticos.