

Description of El crimen de los holandeses
A Maria Rosa la utilizaron como podían haber utilizado a cualquier persona a la que un conocido le pide un favor. Un favor que la haría participe, inconscientemente, del asesinato de dos personas al llevarlas, como se dice comúnmente, en su propio coche hacia el matadero, un matadero ubicado en una casa de campo en La Hurona, una pedanía de Molina de Segura en Murcia, donde las victimas serian asesinas y descuartizadas. Una participación, la de Maria Rosa, que quedaría exculpada cerca de un año después de los sucesos, pero que ella aun lleva como una cadena perpetua junto a su alma de por vida, pero esta historia no comenzó aquí, para ello debemos de trasladarnos al 19 de Mayo de 2013, una fecha en la que los titulares de La Verdad de Murcia habrían con el siguiente encabezado “Buscan a dos holandeses que llevan desaparecidos seis días”.
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Esta es una historia real. Por respeto a las víctimas, la historia se describe tal y como sucedió, basando la investigación en noticias y sentencias publicadas. Las grabaciones sonoras que podréis escuchar durante el episodio son emisiones de cadenas públicas tratadas como citas a los eventos.
El día 17 de mayo de 2013 se interpuso una denuncia en la que la directora de una clínica de fertilidad nos venía a comunicar que Ingrid Wieser y la pareja de esta, Lodevich Severin, nos habían personado a la cita que tenían prevista el martes 14 de mayo.
Lodevich muere por los golpes de un objeto contundente que no llega a determinarse, un bate de béisbol, una barra de hierro, algo de ese estilo. La verdad es que son machacados.
Inmediatamente después comienzan las labores de descuartizamiento de los cuerpos.
Fue una brutal agresión porque ella incluso tenía un diente en el estómago. Eso es, de los golpes que recibió le arrancaron dientes y los tenía en el estómago.
Yo paso por la puerta del club y los veo ahí esperándome. Cuando vivía en Zamora, cada vez que pasaba por Fortuna, yo no podía mirar. Los veo. Recuerdo perfectamente que ella iba jugando con mi hija al móvil, al juego del Angry Birds Club. Me acuerdo perfectamente de haber ido a la conversación de ella sentada atrás. Perfectamente.
A la semana siguiente, cuando estábamos allí, eso salía en todas las televisiones y ella la reconoció. La reconoció. Perfectamente. Sabía que ella ha sido la chica que había jugado con ella en el móvil. Aun hoy, que tiene nueve años, yo no le he dado ninguna explicación, evidentemente, ¿qué le voy a decir? Esta es la voz de María Rosa Vázquez, una mujer que solo con el recuerdo de lo que pasó y de lo que le pudo pasar a ella nos hace enfrentarnos a la peor pesadilla que nadie puede tener.
A María Rosa la utilizaron como podían haber utilizado a cualquier persona a la que un conocido le pide un favor. Un favor que la haría partícipe inconscientemente del asesinato de dos personas al llevarlas, como se dice comúnmente, en su propio coche hacia el matadero. Un matadero ubicado en una casa de campo en Laurona, una pedanía de Molina de Segura en Murcia, donde las víctimas serían asesinadas y descuartizadas. Una participación, la de María Rosa, que quedaría exculpada cerca de un año después de los sucesos, pero que ella aún lleva como una cadena perpetua junto a su alma de por vida.
Pero esta historia no comenzó aquí. Para ello debemos trasladarnos al 19 de mayo de 2013, una fecha en la que los titulares de La Verdad de Murcia abrían con el siguiente encabezado. Buscan a dos holandeses que llevan desaparecidos seis días. Se trataba de Ingrid Wieser, que había sido jugadora del club atlético volibol Murcia 2005, y su pareja Lodewijk Severin. Los dos habían sido vistos por última vez el lunes 13 de mayo en la capital murciana alrededor del mediodía, cuando salieron del Hotel Churra de Murcia, donde estaban alojados.
Ingrid Wieser era exjugadora de volibol y había sido internacional con Holanda en 514 ocasiones, habiendo jugado también en los equipos TCV Tenerife y Hotel Cantur Las Palmas, así como en Italia y en Brasil. Ingrid había conseguido la medalla de oro en el Gran Premio Mundial de 2007. La policía trabajaba en su búsqueda después de la denuncia interpuesta por sus familiares al no tener respuesta de ellos. Lodewijk Severin e Ingrid eran holandeses y contaban con 57 y 36 años de edad.
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