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Crónicas Vecinales. Capítulo final

Crónicas Vecinales. Capítulo final

10/9/2025 · 02:02:38
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Description of Crónicas Vecinales. Capítulo final

Sara se convierte en una muy "buena" madrastra.
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Hoy presentamos, Crónicas vecinales. Capítulo final.

Sara. Crónica 3.

Está completamente desatada, se dijo Alejandro, contemplando como su esposa se ponía a cuatro sobre la invitada, volviendo a exponer para él su culo de melocotón y su almeja llena de jugos.

Menudo gusto le ha cogido a las tías. Parece que Vero descubrió algo que siempre había estado oculto, y Sara lo ha sacudido para que despierte con hambre.

Acarició su suave y empapado coño, y dos dedos se introdujeron casi sin querer, con suma facilidad. Uf, levantó la cabeza Marta.

Me habéis puesto cachonda perdida. Podríamos seguir jugando mientras Álex se recupera, propuso Sara. Tal vez pueda darnos más después.

Bien sabes que sí, contestó éste mentalmente, sacando los dedos de la hirviente gruta de su mujer. Te aseguro que sí, afirmó la rubia. Mi maridito está hecho todo un semental.

Pues déjame que yo te baje un poco esa calentura que tienes.

La joven le hizo un guiño cómplice a la madurita. ¿Quieres sentarte en mi cara? Uf. Sara, la ejecutiva gateó sobre ella hasta ponerse de rodillas sobre su rostro, girando la cabeza en última instancia hacia su esposo.

Cariño, nuestra invitada quiere comerme el coño, y yo estoy deseando que lo haga.

¿Podrías echar otro vistazo a los niños? Parece que siguen bien dormidos, pero no habéis sido muy silenciosos. Creo que estaré bien atendida mientras tanto.

Alejandro contempló cómo las poderosas caderas de su mujer descendían sobre la atractiva cara femenina y la jugosa conchera recibida con una juguetona lamida que la hizo suspirar. ¿Eres alucinante y te lo mereces? le susurró al oído antes de que la vulva terminase de acoplarse a los ansiosos labios que la esperaban debajo.

Disfruta, enseguida vuelvo. La besó ahogando su gemido al sentir la escurridiza lengua colándose en su interior. Y mientras se ponía el bóxer, vio cómo Sara la sujetaba de los muslos y se afanaba en comérsela con su cabeza entre ellos.

Dejo a mi mujer restregando el coño por la boca de la vecinita con la que le puse los cuernos hace unas semanas, pensaba mientras abandonaba el dormitorio bajando las escaleras. ¡Qué locura! Y ha sido la propia Marta quien me ha incitado a follarme a Sara mientras miraba, e incluso, me ha hecho correrme sobre ella. Es la hostia. No sé qué pasará pasará a partir de ahora, pero está claro que nuestro matrimonio ya ha cambiado para siempre, y para mejor.

La quiero tanto. Y Sara.

Comprobó que los niños eran completamente ajenos a cuanto estaba sucediendo en el dormitorio de la planta superior. En ese momento, desde sus habitaciones, no se oía nada más que el leve murmullo del aire acondicionado saliendo por las rejillas del techo. Ambos dormían placidamente.

Las salidas de tono de unos minutos atrás parecían no haber perturbado en absoluto sus inocentes sueños infantiles. Carta blanca para disfrutar mis propios sueños, y por lo visto, los de Marta. Tras refrescar su garganta con un largo trago de agua del frigorífico, Alejandro volvió a subir las escaleras, llegando a sus oídos quedos gemidos femeninos a medida que ascendía.

Al llegar arriba, se maravilló con el espectáculo que ofrecían las dos bellas mujeres, la rubia perpendicular sobre la castaña, con las caderas meciéndose suavemente sobre su boca mientras se acariciaba los enaltecidos pechos, con su redondeado culo marcando esos atrayentes hoyuelos que se formaban entre los glúteos y las lumbares. Y la cara bellísima con el placer reflejado en ella, a la vez, bajo las maduras nalgas, surgían las turgentes tetas de la estudiante, con sus rosados pezones empitonados y su plano abdomen subiendo y bajando con la compasada respiración del banquete que se estaba dando, mientras, más abajo.

Sus firmes muslos se frotaban uno contra otro para estimular el excitante coñito que volvía a lubricarse con la satisfacción que oralmente se estaba dando. La virilidad comenzó a despertar de su justo descanso, preparándose para que la sangre volviera a inundarla y convertirla en un instrumento de disfrute. «Ufálex», dijo Marta entre jadeos al percibir su presencia y mirarle con cara de gusto. «¿Zara me está comiendo muy bien? Me gusta mucho». «Porque estás deliciosa», llegó la voz ahogada de la otra desde abajo.

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