Cuarto Milenio: El rastro de las maravillas

1, 2 y 3, 1, 2 y 3, lo que usted no quiera para El Rastro es...

1, 2 y 3, 1, 2 y 3, lo que usted no quiera para El Rastro es...

Esto es El Rastro, señores, vengan y anímense...

¿Qué maravilla le traigo? ¿Qué tal? ¿Sales? ¿Usted está con las sales? No, es veneno, ¿qué tal? Estaba probando a ver si está caducado...

El veneno cuando está caducado te mata o no te mata...

Te dejan en limbo...

Vale, pues no lo vamos a comprobar hoy, no voy a estar por aquí...

Está el éxito, su... no sé cómo... parca, no sé qué es esto...

Esto es un barrio...

Vale, pues está el éxito entre el público, que yo sé que usted, al margen de esto, también va normalmente a la tele y todo esto...

¿Va usted así? Yo a la tele iba antes...

No, no va muy bien el negocio este Boyante, porque la última vez le traje un libro que usted ya tenía y al unirse las dos fuerzas me lo han quitado las manos...

Es el libro que más he vendido de todos...

Sí, pero yo sé que el gran Soto Ibarz está un poco... le toqué en el orgullo...

Sí...

Sí, lo sabemos todos...

Hay que hacerse un contraataque...

Y tiene sed de venganza literaria...

Y no sé yo...

A ver qué me trae...

Yo primero, ¿no? Sí, hombre...

No, es que si le saco esto, viene aquí el precio...

Ya me desmayo, tío...

2.500 pesetas...

2.500...

Este es un libro de los 90...

No hay juego... O sea, el libro que traigo yo hoy no da lugar...

Pero a veces con una buena bomba de hidrógeno, cualquier peleita se va...

¿No será algo sobre la bomba atómica? Bueno, puede ser...

Venga, vamos allá...

Mire, es que claro, con este título...

Mucha gente nos pregunta, ¿verdad? Nosotros tenemos cerca de 30.000 libros, más o menos...

Es muy difícil calcularlos todos, entre 28.000, 30.000...

Pero no tiene tampoco mucho mérito, porque usted sabe que hemos trabajado toda la vida en documentar cosas primero para hacer estos programas...

Que usted no se sabe, don Juan, cuando empezó en 4 o 4.º milenio, la pregunta bienintencionada de Leonardo de Baltanaz, del directivo en aquel momento, un buen amigo, dice...

Íger, ¿pero vais a tener programas para 13? 13 programas será lo que se...

¿Para la temporada? Exacto.

Uy...

Entonces, claro.

Pero hay que tener muchos libros y mucha documentación.

Y en una parte de la casa, hay una zona, donde están por provincias o comunidades, esos libros que tú sabes que solo van a editar allí, pero que te dan información local, que no está en ningún sitio.

¡Fum! Curanderos y exorcistas en Soria.

¡Soria! Perfecto.

Me ha dejado...

No hay juego.

No hay juego.

Bueno...

Recorre Soria.

Es la increíble...

Siglo XX, ¿eh? La increíble odisea de Pedro Iglesias Hernández, que recorre Soria buscando a los últimos ensalmadores con ponehuesos y...

Exorcistas.

Exorcistas oficiales.

Este tiene muy buena pinta.

Vamos a ir a lo local también.

¿Qué le parece esta portada? A ver, a ver...

El día que perdieron la bomba.

Bueno, pues no lo tengo.

¡Ah! Ay, qué bien, qué gusto.

¿No será el tema de...? Le doy un esqueleto.

Vale.

¡Ay, qué bueno! Podemos repartiros.

¡Qué bueno! ¿No será Palomares? Claro que es Palomares.

Palomares.

Esta es la crónica...

Porque en Palomares tengo muchas cosas, ¿eh? Sí, pues este seguro que no.

Porque esta crónica de Palomares está escrita por un periodista que se empotra allí en la búsqueda y que cuenta como ninguna otra.

Fíjese, lo tengo hasta subrayado y todo.

No, es que la historia de Palomares es brutal.

Bueno, para quien no lo sepa.

Brutal.

En los años 60, en Palomares se estrellan dos aviones que están repostando de la Fuerza Aérea Norteamericana, un B-52, estallan, caen los pedazos, se tiran en paracaídas y hay un pescador debajo que se llama Paco Simo...

Paco, el de la bomba.

Paco, el de la bomba, Francisco Simo, que ve caer paracaidistas y unos objetos demasiado grandes para ser personas con unos paracaídas más grandes, que resulta ser cuatro bombas de hidrógeno que llevaba...

Podría haberse arrasado todo el Mediterráneo Español.

Usted sabe que yo soy de Águilas.

Sí, señor.

Águilas está a 20 kilómetros de Palomares o 30.

Claro, mi familia hubiera sido borrada del mapa.

Pero lo difícil fue encontrar esas bombas.

La bahía de Vera se llenó de grandiosos barcos destructores portaviones, dragaminas...

Campamentos.

Campamentos. Una bomba había caído en el cementerio.

A mí, una persona de Águilas me dijo...

Los niños jugaban con el plasma, se contó.

Eso aquí, por ejemplo, no sale.

Pero yo intenté hacer una crónica de los descendientes de los que habían encontrado los trozos de la bomba.