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El cuento del alfarero

El cuento del alfarero

10/13/2025 · 11:59
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Sueñacuentos Episode of Sueñacuentos

Description of El cuento del alfarero

Cuando un alfarero muy pobre acude a entregarle unas piezas de cerámica al mismísimo emperador, su carro sufre un accidente y todas las piezas se rompen. Su generosidad y el empeño en cumplir su promesa cambiarán para siempre su destino.

Guión y montaje: Elena Lostalé
Madre y narradora: Elena Lostalé
Niña: Alejandra Rojas
Alfarero: Eloy de la Haza
Emperador: Pablo Tercero

Música CC 4.0 TMSC: Sakuya2 (Peritune), Música para anime y manga (PlaySound), Ishikari Lore (Kevin MacLeod), Magical Overture (Sonican) y Wuxia (PeriTune)
Imagen: Freepik CC - BY: Caperucita (freepik), Patito (brgfx), Fondo lago (freepik)

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Sueña cuentos.

Historias para niños que sueñan despiertos.

El cuento del alfarero.

¿Qué te pasa que estás tan callada? Pareces vivir en otro mundo.

No, nada, que no dejo de pensar en Paula.

Ya veo. Estás preocupada por tu amiguita.

Sí, lo está pasando mal, pobrecita.

Y encima la van a mandar al psicólogo.

Pero ir al psicólogo es bueno.

Por ejemplo, si a ti te duele una pierna o la cabeza, vas al traumatólogo o al neurólogo, ¿a que sí? Sí.

¿Y a dónde vamos las personas cuando nos duele el corazón? ¿Al cardiólogo? Ay, madre, no. No me refiero al corazón corazón, sino al alma.

Cuando a las personas nos duele el alma, vamos al psicólogo.

¿El alma duele? Ya lo creo que sí duele.

Por eso te digo, ir al psicólogo es algo muy habitual.

¿Y necesario? Un psicólogo ayudará a tu amiga a superar lo que le ha ocurrido.

¿Qué piensas? Que a los niños no debería dolernos el alma.

No debería, ¿no? Pero no siempre se puede evitar.

Hay daños que son irreparables.

Pero si se busca ayuda, como la de un psicólogo, es posible que el trauma se haga más pequeño.

¿Qué es un trauma, mamá? La palabra trauma viene del griego antiguo y significa herida.

Se utiliza para referirse a las heridas emocionales, las heridas del alma.

¿Y los traumas se curan? No exactamente, pero los traumas se pueden superar, aunque suele quedar una cicatriz para siempre, a veces más grande y otras más pequeña.

Verás, cuando nacemos, todas las personas somos como una vasija de cerámica, nueva, perfecta, pero durante la infancia a todos se nos rompe al menos una esquinita.

Hay vasijas que se resbalan de las manos y se hacen mil pedazos contra el suelo.

Cada uno entonces intenta pegar los trozos de su vasija, pero de nada sirve porque ya está rota y siempre se verán las grietas y las mellas de aquellos pequeños fragmentos que se perdieron o se pulverizaron contra el suelo.

Sin embargo, existe un modo de recomponer nuestra vasija y comenzar a amarla, y es convirtiendo esas cicatrices en algo bello.

Este cuento es para Elsa, una sueñacuentos muy especial.

Quiere ser el cuento que su mamá y su papá nunca le contaron.

Cuenta la leyenda que hace muchos, muchos años, en una aldea remota de Japón vivía un artesano alfarero.

Era muy pobre, la familia no tenía tierras que cultivar o ganado que pastorear, de manera que el único modo de ganarse la vida era realizar piezas de cerámica y venderlas en el mercado cada semana.

Era un hombre bueno.

A pesar de no tener nada, siempre ofrecía lo poco que tenía a quien tuviera necesidad.

Ocurrió que un día el artesano recibió un encargo muy importante por parte del emperador, quien quería reponer todas las piezas cerámicas del Palacio Imperial.

El monarca solicitó la fabricación de vasejas, jarras, vasos, floreros, teteras, cuencos...

Fue una alegría para el artesano y su familia, quienes vieron en este encargo una importante oportunidad de salir de la pobreza.

Con el dinero que obtuviera por las piezas, el artesano podría comprar un pedazo de tierra para cultivar arroz, una vaca que les diera leche y tal vez algunas gallinas que les dieran huevos.

El alfarero trabajó en el encargo del emperador durante semanas, de noche y de día, fabricando cuidadosamente cada una de las piezas.

Cuando hubo terminado, cargó la mercancía en su vieja carreta, tirada por una mula también vieja, y partió hacia las tierras del Palacio Imperial.

Pero a mitad de camino sobrevino la desgracia.

Una rueda de la vieja carreta, agobiada por el peso, cedió e hizo que el carro se ladeara repentinamente.

Toda la mercancía cayó al suelo haciéndose añicos.

¡Oh no! ¿Y ahora qué hago? ¡No, el emperador se va a enfadar muchísimo! ¡Esto es mi ruina! ¿Qué le ocurre, buen hombre? ¿Cuál es el motivo de su desesperación? Me dirigía al palacio a hacer una entrega de un ajuar completo al emperador, cuando una rueda de mi carreta se ha partido.

Ahora todas las piezas están hechas añicos.

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