
Dante Gebel #914 Los simuladores

Description of Dante Gebel #914 Los simuladores
Mensaje:
Dante Gebel #914 Los simuladores
#SomosRiver
This content is generated from the locution of the audio so it may contain errors.
Para transmitirte este mensaje de hoy necesito contar con vuestra honestidad intelectual y espiritual. Bueno, como siempre, como cada fin de semana. Y para eso quiero que hagamos un trato. Tú abres la mente para que Dios te diga lo que quiere decirnos, me incluyo, y yo prometo abrir mi corazón. Y te quiero contar algo que también en algún momento soslayé o conté en parte, que fue una de las batallas que he tenido que librar por muchas décadas, varias. Y espero que esto que te cuente de algún modo te aliente, nos aliente. Yo he relatado en infinidad de ocasiones que desde muy pequeño supe que tenía que inventarme un personaje para consumo público, desde chiquito. Ese avatar, ese falso yo nació como una suerte de defensa.
Yo no sabía mucho de psicología, en mi vida había leído a Freud, porque era un niño, pero supe de manera instintiva que tenía que levantar una suerte de escudo contra el dolor, contra la baja estima, contra una soledad que no elegí porque cuando nací mamá estaba sufriendo de un cáncer terminal, entonces ni me pudo ni amamantar, ni tener aupa nunca, ni alzarme, papá vivía borracho.
Entonces yo recuerdo, tengo recuerdos como flashbacks de estar en una cuna mucho tiempo solo, con mis pañales con necesidad de ser cambiados, mi hermano tratando de ayudarme con apenas seis años más que yo. La cosa es que los recuerdos reprimidos de la infancia son un radar de defensa muy eficaz, que a veces evita los sentimientos de rechazo, pero que también obviamente sacrifica la autenticidad, porque uno ya no es quien Dios quería que uno sea.
Ese simulador nace, ese fingidor, si acaso existe la palabra, nace cuando en la infancia no nos sentimos amados o fuimos rechazados o ninguneados o abandonados de algún modo, que para esto no hay que ser huérfano, uno puede sentirse rechazado dentro de una familia funcional. Entonces, para lograr aceptación y aprobación, suprimimos los sentimientos, que es un recurso que dicen los neurólogos y los psicólogos que tiene el niño, el infante, el reprimir las partes malas, editarlas para no sufrir.
Y eso hace que la honestidad emocional y la honestidad espiritual sea imposible o directamente nula, porque uno no es honesto, no es auténtico. Algo dentro mío me dijo Dante, a nadie le gusta como eres. No sentía que le gustaba a mis hermanos, que le gustaban mis padres, siempre me habían hecho sentir que había sido un accidente, de hecho lo fui. Al principio mi mamá decía que yo era un tumor, pero no cuando yo había nacido, que pensaba que era un tumor hasta que concluyó que era un embarazo, ¿no? Entonces decíamos, no te buscamos, apareciste, no sabemos cómo.
Y hasta tanto yo tuve la educación sexual, yo decía, ¿cómo que aparecí? Me tiraron por la chimenea, me trajo una cigüeña, aparecí en el fondo de casa entre las gallinas, yo no sabía cómo había aparecido. De modo que me inventé un chico al que todos pudieran querer. Fui cortés, educado, callado, discreto, deferente, atento, respetuoso, no me metía mucho en problemas. Cuando niño, cuando pequeñito, en la adolescencia es otro cantar. Aprendí que dibujando me daba cierto reconocimiento, cierta aprobación que siempre estaba buscando con tanta desesperación.
Así que aprendí a dibujar de manera autodidacta, sin ir a ninguna academia y me hice un buen dibujante de caricaturas. Y a la vez me construí un blindaje que cubrió mis emociones para que ya no me lastimaran o que yo no me sintiera herido, pero que también me negó el acceso a la empatía, me negó el acceso a amar y que me amen de manera abierta. Y mientras orbitaba en esa zona gris, más seguro me sentía. Cuando ya promedíe los 18 años, más o menos 17, 18, empecé a detectar el haber nacido.