
Dante Gebel #915 Intimos desconocidos

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Mensaje:
Hay muchísima gente que se considera cristiana, pero la sola idea de tener una relación íntima con Dios les parece ilusoria, algo imposible de lograr. Mientras algunos creen conocer al Padre a través de las experiencias de terceros, otros lo hacen a través del recuerdo de aquellos momentos en que experimentaron Su gracia y Su amor en el pasado, y otros más creen conocerlo porque conocen la Biblia. Pero “creer no es conocer”. La verdadera manera de relacionarnos con Dios es a través de la adoración y del Espíritu. Por eso, aprendamos a callar y a sumergirnos en el sonido del silencio para escuchar Su voz... Y ya nunca más seremos “íntimos desconocidos”.
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Escuché la divertida y asombrosa historia de un pastor que le pidió a los miembros de su congregación que oraran para que Dios cerrara un bar, un bar, una suerte de antro que había cerca de la iglesia, que solía atraer a muchos borrachines y que era mal ejemplo para el barrio. Entonces todos se unieron en una cadena de oración rogándole a Dios que hiciera cerrar o desaparecer ese espantoso bar de la cuadra. Y algunas semanas más tardes, durante una tormenta eléctrica, un rayo cae sobre el bar y lo incendia por completo, destrucción total. Entonces el dueño del bar, que se había enterado de la cadena de oración promovida por el pastor del barrio, presentó una demanda judicial contra la iglesia y contra el pastor. Y cuando llega el día de la primera audiencia, el dueño argumentó ante el juez que por culpa de la oración de los creyentes, Dios le había destruido su bar, su fuente de ingresos, y por eso le exigía a la iglesia una compensación monetaria, millonaria.
Y a su vez el pastor, asustado ante el juez, rechazó las acusaciones y dijo, sí, es cierto que la iglesia oró, pero también afirmo que ninguno de la congregación esperábamos que realmente Dios hiciera algo. El juez se reclinó en el sillón, entra aturdido y perplejo, y dice, no puedo creer lo que estoy oyendo. Delante de mí tengo al dueño de un bar inconverso que cree en el poder de la oración y un pastor que cree que su oración no hizo un cuerno. Bueno, era obvio que tanto el pastor como su congregación creían en Dios, pero no tanto, para decir que es bruto, no tanto como para que Dios le respondiera a una oración. Creían, pero no para tanto, ¿no es cierto? Yo leí a propósito de esto una encuesta muy seria, de una encuestadora muy confiable, que arrojó que más del 75% de los cristianos, o de los que dicen llamarse cristianos, afirman que creen en Dios, pero también reconocen que en realidad no están seguros de conocerlo.
Creen, pero no están seguros de tener una relación íntima con él. Y yo me refiero, cuando digo a tener una relación, a conocerlo de manera íntima, de verdad, porque creer en alguien no es lo mismo que conocerlo personalmente. Y hay muchísima gente que se considera cristiana, pero la sola idea de tener una relación íntima con Dios le suena ilusorio, irrealista, quimérico, utópico, o sea, algo imposible de lograr. Es como que la mayoría de nosotros no tuviéramos los sensores necesarios para conectar con el mundo espiritual, y eso de algún modo nos frustra. No lo decimos en voz alta, pero no todos tenemos epifanías, o encuentros sobrenaturales, o voces audibles de Dios, y a esa frustración tenemos que agregarle encima el sesgo, o el acervo evangélico, que siempre comento, que muchos ostentan tener el teléfono rojo de Dios.
Cuando uno escucha mensaje de cualquier predicador o de la mayoría, abusan del Dios me habló, Dios me acaba de decir, Dios me mostró que tienes que regalarme tu automóvil, Dios me dijo que tienes que matar a tu suegra, o sea, cosas que en el abuso generan una frustración colectiva. Y la mayoría que escuchamos contar, insisto, esas epifanías, y repetir esas frases empíricas, Dios me habló, Dios me dijo, Dios me mostró, no estamos seguros que alguna vez a nosotros Dios nos haya hablado, al menos de una manera tan directa, decimos, ¿pero por qué a mí Dios no me dijo, Dios no me mostró? Y lo más parecido a un sueño divino fue después de una indigestión que soñé con cuatro bestias, pero era de los burritos que me había atragantado. Entonces, todo lo que sabemos es que debemos creer en el mundo invisible por fe, por la fe, como lo dice el escritor a los hebreos en el capítulo 11, la gracia de la fe.