Dante Gebel #918 Demolicion

Cuando hacía mi programa en CNN, que esto fue durante el año, poco más del año que duró la pandemia, 2020 y parte del 2021, entrevisté a un gran periodista, que por cierto tiene un enorme bagaje literario y es conocido por su gran acervo cultural.

Es un gran profesional y además es conductor de radio, de televisión y es muy respetado en el medio.

Y el hombre es aficionado al arte, al tango, a la literatura y además de ser un gran filósofo moderno, ha escrito decenas de libros, ensayos, que fueron grandes éxitos de ventas.

Él se define a sí mismo como agnóstico, que no es lo mismo que ateo, agnóstico, que tal como lo describe la RAE, la Real Academia Española, no afirma la existencia o la inexistencia de Dios y no tiene una opinión concluyente de Dios, porque considera que no hay evidencia suficiente, ni para afirmar, ni para negar la existencia de Dios.

En palabras más simples, el agnóstico está ahí en stand-by, como diciendo yo estoy esperando hasta que me demuestren lo contrario.

Ni cree, ni deja de creer.

Y desde aquella primera entrevista entablamos una linda amistad y de tanto en tanto, a partir de esa entrevista en CNN, nos volvemos a reunir, pero ya no para el público, sino de manera privada, nos reunimos vía Zoom, que es la forma más práctica cuando estamos en países diferentes, para hablar acerca de la vida.

Hasta tuvo la gentileza el hombre de ir a verme a mi conferencia cuando comenzó el tour presidente en el Luna Park, en Buenos Aires, hace como poco más de dos años y medio.

Y aunque él afirma que casi está convencido que no existe Dios porque nadie se lo ha podido demostrar, hasta tanto, insisto, alguien lo convenza de lo contrario, tenemos entre ambos charlas muy apasionadas.

Hablamos sobre Freud, sobre Marcial, Shakespeare, Will de Neruda, no sé, Benedetti, el gran Gabo, Gabriel García Márquez.

Y con él yo me desasné y conocí a grandes filósofos, porque él es un gran lector de filósofos, Sócrates, Platón, menciona siempre Aristóteles, Epicuro, Sartre, Tales de Mileto, que para mí eran chino básico antes de conocerlo a él.

Y también, obviamente, hablamos de mi fe en Jesucristo.

Yo lo escucho hablar de sus filósofos y cuando yo puedo meter algún bocadillo, hablo de Jesucristo.

Y él con mucho respeto, porque a él no le falta el respeto a mis creencias, ni a Dios, ni a Jesucristo, no lo descarta.

Y siempre luego de esas pláticas, que por cierto, insisto, son muy profundas, ambos concluimos en cuánto nos falta aprender y que no tenemos todas las respuestas.

De hecho yo le dije, si tú que estudiaste tanto, dices que no tiene todas las respuestas que queda para mí, me dices que no, ningún hombre tiene todas las respuestas.

Y uno de los halagos que él suele hacerme con frecuencia es, me fascina hablar contigo, o con vos, porque no tienes miedo de perder tu rinconcito de la verdad, no estás agazapado en tu verdad absoluta y siempre estás abierto a sostener un debate inteligente.

Porque no cortamos la plática viendo quién tuvo más razón, o si yo lo pude convertir al cristianismo, o si él me pudo convertir al ateísmo.

No estamos en una puja de intelectualidad o de poder.

Obviamente, en términos académicos, yo estoy mucho más limitado que mi amigo.

Si yo le llego a contar un día que no terminé la escuela secundaria, se termina el Zoom.

Él destaca mi valentía intelectual, así lo dice, para admitir mi ignorancia en muchas cosas, dice que hay que tener mucha valentía intelectual para decir de esto no sé.

Y especialmente proveniendo de un argentino, porque los argentinos sabemos todo, un taxista argentino sabe lo que pasa en la NASA, siempre.

Entonces, cuando este periodista y autor me hace preguntas, tengo que admitir que los cristianos no lo sabemos todo.

No sé, le dije, no sé por qué hay niños con leucemia, no sé.

O por qué Dios permitió la pandemia, o por qué Dios permite las guerras.