Dante Gebel #928 Terapia de espinas

Y este mensaje va dirigido, especial y puntualmente, a aquellos que durante estos días, estos últimos meses, o por qué no, durante este año han tenido ganas de rendirse, de entregarse, de bajar los brazos.

Es probable que haya gente aquí y en casa que ahora mismo se esté preguntando cómo me puede estar pasando esto a mí, o cómo puede estar pasando esto a mi familia, en cualquiera de los órdenes de las tragedias, los infortunios.

Tu vida y la mía obviamente son distintas, como son distintas las vidas de cada quien aquí, pero tenemos en común los abrumadores sentimientos que se producen con cosas como la traición, la adicción, la enfermedad mental, la división, las mentiras, el engaño, la tristeza, el desánimo, el temor, las batallas legales, la vergüenza, la culpa, la depresión, la opresión.

En apenas esta semana nos levantamos con la noticia, lo decía recién antes de conectarnos al streaming, de un nuevo conflicto en Medio Oriente.

Todos sabemos que Israel es el reloj de Dios y de alguna forma determina y marca el pulso del resto del planeta.

No es un tema menor, aunque esté ocurriendo lejos en términos geográficos.

Pero nos levantamos con la noticia de que hay un nuevo conflicto en Medio Oriente ahora entre Irán e Israel, sumado a lo que localmente está ocurriendo con las redadas migratorias masivas en California, en otras partes también de la Unión Americana, la ofensiva del gobierno local o de turno contra los indocumentados, que independientemente de las leyes que no vamos a debatir aquí porque no nos corresponde, sorprende el discurso de odio, sorprende la crispación que hay en la atmósfera, que obviamente el discurso de odio o lo que se hace con un recelo, con un sesgo violento, desencadenan también protestas violentas en todo el país.

Insisto, no estoy justificando ni las redadas ni las manifestaciones, lo que digo es que uno no sabe quién realmente, qué es lo que desencadena una cosa o la otra.

Lo cierto es que se vive una crispación y una violencia absoluta en todo el mundo.

En nuestros países desde México hasta Tierra del Fuego, en la región, la situación no está mucho mejor.

Se vive en cada nación, me consta, ha estado en todos los países, se vive una crispación social, un enfado, un espasmo, una violencia como no ha habido durante muchos años.

Estamos viviendo una pandemia de violencia.

Una pandemia de violencia ya no es soslayada sino explícita desde los medios de comunicación, desde los gobiernos oficialistas y la oposición, los antagónicos, vivimos bajo la sensación que ya nuestro nido seguro ya no es tan seguro y que ese hogar donde podíamos resguardarnos, descansar, sea donde sea que quede ese hogar, está siendo desmantelado pieza a pieza.

Y como dije durante la pandemia cuando comenzaba, promediaba el inicio del 2020, en ocasiones Dios permite que nuestro nido se estropee, Dios lo permite para enseñarnos a volar.

Yo estoy convencido de que Dios y el enemigo no es un Barça Real Madrid donde a veces gana uno y a veces gana el otro.

Cada vez que el enemigo hace algo es con un permiso soberano de Dios y muchos durante tiempo hemos plegado nuestras alas y hemos desarrollado el síndrome de la anidación, que es la tendencia hacia la inmovilidad, a quedarnos cómodos, pero la vida nos va enseñando que aquello que a veces no puede lograr el confort, la seguridad de un nido se logra cuando el nido es agitado.

Si uno ve la historia de la humanidad vamos a ver que cada determinada temporada el nido vuelve a agitarse, con guerras, con pandemias, con rumores de guerras, con terremotos, con eventos climáticos, tsunamis, de tanto en tanto el nido es agitado para producir especialmente un despertar dentro de la iglesia.

Muchas congregaciones se empiezan a convertir en iglesias nido, donde lo que más se aprecia es la comodidad, la empoderación, la seguridad, jugar a la guerra espiritual, pero siempre jugar, decretar, proclamar.