De la PlayStation al Crimen. Asesinado por codicia
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Mallorca, 2013. Un empresario millonario aparece muerto en su coche de lujo, con el cráneo destrozado en un polígono industrial. Lo que parece un robo esconde un plan macabro, tejido en la sombra por dos jóvenes unidos por los videojuegos y la ambición. En este episodio de Crímenes que Marcaron España, desentrañamos un crimen que conmocionó Alaró, donde la riqueza y el rencor desencadenaron una tragedia inimaginable.
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30 de junio de 2013, Alaró, un municipio de la Serra de Tramuntana, en Mallorca.
El calor del verano se hace sentir en las calles y en los caminos polvorientos de la zona industrial.
Entre las naves y descampados, un coche destaca bajo la luz del sol.
Es un Mercedes estacionado en una cuneta.
Unos obreros se acercan, y el silencio se quiebra con el horror.
Un hombre yace sin vida en el asiento del conductor, su rostro cubierto de sangre seca.
La presencia del vehículo, y la brutalidad de lo que allí se encuentra, corren de boca en boca.
La noticia no tarda en sacudir la isla de Mallorca.
Nadie imagina aún quién está detrás de lo ocurrido, ni cuáles fueron las causas que llevaron a esa escena.
Esto es, Crímenes que marcaron España.
Uy, de la PlayStation al crimen.
Asesinado por codicia.
Detrás de los hechos.
Conozcamos las personas clave de este relato.
Andreu Coe Benassar.
Andreu tenía 57 años.
Nació en 1956.
Con el paso de los años se convirtió en un empresario de referencia en Mallorca, donde era conocido con el apodo de Tiu.
Su trayectoria empresarial le permitió amasar una considerable fortuna.
A través de su inmobiliaria, y de una empresa dedicada a las máquinas recreativas, alcanzó un patrimonio que se estimaba en unos 50 millones de euros.
Entre sus bienes destacaba una colección de alrededor de 100 propiedades, un número que hablaba por sí solo del alcance de sus negocios y de su capacidad para invertir en el mercado local.
Ese éxito le permitió establecerse en una mansión en Alaró, una de las localidades más exclusivas de la isla.
Sin embargo, la riqueza y la posición social también le generaron enemigos y conflictos personales.
En el ámbito familiar, la situación era compleja.
Divorciado en malos términos, la relación con sus hijos mayores, Ainara y Tony, se había deteriorado hasta casi desaparecer.
La comunicación con ellos era mínima, y en más de una ocasión les había amenazado con la posibilidad de desheredarlos, un gesto que reflejaba la distancia emocional que se había instalado en la familia.
André Ukoy, hijo André U, hijo de André Ukoy Benassar, nació en 1997.
En el momento del relato tenía 16 años.
Era un joven de complexión delgada, con ojos oscuros y una timidez marcada, una timidez que muchas veces lo aislaba de los demás.
Vivía junto a su padre en la mansión familiar de Alaró, un entorno rodeado de comodidades y de lujo que lo atraía y al que parecía aferrarse.
Sin embargo, más allá de ese entorno privilegiado, sus días estaban dominados por una afición que pronto se convirtió en adicción, los videojuegos.
Bajo el seudónimo de Táctica Man, André U hijo se desenvolvía con soltura en el mundo virtual.
Llegaba a pasar hasta 14 horas diarias frente a la PlayStation, un hábito que no sólo ocupaba casi todo su tiempo, sino que también generaba tensiones dentro del hogar.
Su padre, empresario acostumbrado al trabajo constante y a la disciplina, lo presionaba para que se incorporara a la empresa familiar.
La insistencia del padre y la resistencia del hijo se convertían en un punto de fricción constante, reflejando el choque entre dos mundos, el de la responsabilidad empresarial y el de la evasión digital.
Francisco Abbas Rodríguez.
Francisco nació en 1995, en Zaragoza.
Tenía 18 años.
Era un joven de carácter reservado, alguien que prefería pasar inadvertido y que mantenía pocas relaciones sociales fuera de su entorno más cercano.
En ese momento de su vida estaba estudiando para convertirse en transportista sanitario, una profesión que le atraía por su componente práctico y de servicio, y que le ofrecía la posibilidad de un futuro estable.
Pero más allá de los estudios, Francisco compartía con muchos jóvenes de su generación una pasión que lo acompañaba día a día, los videojuegos.
Fue en ese espacio virtual, a través de largas partidas y conversaciones en línea, donde conoció a Andreu Kogijo.
La conexión entre ambos nació en ese mundo digital, un terreno donde Francisco encontraba la confianza que nos dio.
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