
"Depredador", un relato de Alberto Nieto

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"Surca las estrellas y busca solo las presas más fuertes. Ellas serán tu trofeo. Conviértete en el cazador de asesinos".
Código Yautja
Desde el primer contacto registrado en 1987 en los bosques de América Central, hasta los sucesos más recientes en zonas urbanas, ruinas árticas y regiones remotas del planeta, la humanidad fue acumulando distintos encuentros con los Yautja, conocidos ya por entonces como Depredadores.
Los informes revelaban una verdad inquietante: compartimos la galaxia con una especie tecnológicamente avanzada, organizada socialmente, y motivada por un código de honor basado exclusivamente en la cacería ritualizada.
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Las estrellas y busca solo las presas más fuertes. Ellas serán tu trofeo. Conviértete en el cazador de asesinos. Kudiguo Yautja Alberto Nieto, viajero vi de tierras remotas. Me dijo, hay dos piernas en el desierto, de piedra y sin tronco. A su lado, cierto rostro en la arena yace, sus labios, su frío gesto tiránico. Nos dicen que el escultor ha podido salvar la pasión, que ha sobrevivido al que pudo tallarlo con su mano. Ozymandias El destello de la luna en las katanas indica el comienzo de la contienda.
El humo de las antorchas no permite al Yautja contemplar el combate como él quiere. Necesita conocer sus movimientos, sus armas, sus estrategias, antes de elegir al más fuerte de entre ellos para convertirlo en su presa. Activa su camuflaje. Amparado en su invisibilidad, se aventura a acercarse. Desciende la colina lentamente, atraviesa la cortina de humo y se deleita con la batalla que los siervos de Nagamasa y Nobunaga llevaban semanas planificando.
La danza de las espadas, el olor de la sangre y el sonido de los gritos hacían que hubiera valido la pena recorrer media galaxia. No obstante, su instinto le dice que algo no marcha bien. El aroma de aquella sangre no es humano, las armas bailan en el aire y los gritos no son de dolor. Es entonces cuando uno de los samuráis señala en su dirección «No pueden verme», piensa, y entonces se da cuenta del humo que envuelve a su cuerpo, delatando su ubicación.
Es demasiado tarde, escucha la vibración de las cuerdas de los arcos y el cielo se cubre con centenares de flechas incandescentes que se abalanzan sobre él. Ha sobrevivido a la primera ráfaga, puede que no lo haga a una segunda. Su camuflaje parpadea antes de desaparecer, revelando su posición y su aspecto. Los soldados quedan paralizados. Llevan semanas escuchando rumores sobre tres luces rojas que auguran la muerte.
Hace tiempo que se encuentran samuráis muertos, animales medio devorados y una presencia invisible merodeando por los bosques de Omi. Los más escépticos jamás lo creyeron, y ahora tiemblan boquiabiertos ante lo que tienen delante. Unos afirmaban que era un yurei, otros que era un yokai. Al ver al depredador no hubo duda, era un noni. A por él, gritaron. No hacía falta entender el idioma para saber qué significaba aquello. El depredador arranca las flechas de su cuerpo. Por suerte, su armadura protege sus puntos vitales. Su plasma tiñe el suelo de verde. Hacía tiempo.
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