Discernir, purificar e integrar nuestros deseos

Yo voy a hablar de educar los deseos, y esta reflexión que voy a hacer la hago complementando una reflexión que hice con el título de Los deseos como ventana del cielo. ¿De dónde venía esa reflexión? Hace unos años cayó en mis manos un libro que me parecía una joya, un libro que tiene como título Dioses rotos, y como subtítulo Los siete anhelos del corazón humano. El autor es Gregory Popkak, y la verdad es que me pareció cuando lo leí, pero vaya joya de libro. Es un libro que analiza los deseos que anidan en el corazón del hombre y descubre que en ellos hay una huella de Dios. Es más, la tesis del libro, la voy a resumir en tres minutos, la tesis del libro es que detrás de los siete pecados capitales en el fondo están los siete anhelos que Dios sembró en el corazón del hombre. Pasa que luego la distorsión del pecado, la acción del maligno hizo que esos deseos se desfigurasen con esos pecados capitales, pero que en el fondo detrás incluso de esos pecados capitales anidan los deseos que Dios sembró.

Dios nos dio un deseo de plenitud, aunque luego el pecado hizo que esa plenitud deviniese en soberbia, pero el deseo de plenitud era de Dios, y si es conducido por la humildad llega a satisfacerse. Dios nos dio un designio de dignidad, de tener dignidad, pero el maligno lo distorsionó en las envidias de los demás, pero la dignidad es de Dios, y si cuidamos bien ese deseo de la dignidad, a través de la caridad llegamos a Dios. Dios nos dio un deseo de justicia, así es como está escrito en nuestro corazón el deseo de justicia, claro, el maligno lo deformó en la ira, pero sin embargo si seguimos ese deseo de justicia con paciencia llegamos a Dios. Dios nos dio un deseo de paz, pero el maligno lo deforma en la pereza, pero si nosotros seguimos ese designio de paz de manera diligente llegamos hasta Dios.

Dios nos dio un deseo de confianza, de confiar en los demás, pero el maligno deformó ese deseo buscando falsas seguridades y cayendo en la avaricia, pero sin embargo en ese deseo de confianza que tenemos, si lo seguimos con generosidad llegamos a Dios. Dios nos dio un deseo de bienestar, que el maligno lo ha deformado en la gula, pero si vivimos contemplanza descubrimos que detrás de ese deseo de bienestar descubrimos a Dios. Y por último, Dios nos dio un deseo de comunión, de unión entre nosotros, que el maligno lo deformó en la lujuria, pero si vivimos en castidad descubrimos que detrás de esa comunión está el deseo de unión plena con Dios. Esta es la tesis del libro. Dios sembró en el corazón del hombre siete grandes deseos, aunque luego ha habido deformaciones de esos deseos, pero continúan, por mucho de que la condición pecadora los haya distorsionado, esos deseos continúan en nosotros.

Esa es la tesis del libro. Yo hablé sobre ese tema en distintos foros, recuerdo que uno de los foros fue en San José de Costa Rica, ahí en un colegio de los Salesianos, hablando de los deseos como ventana del cielo. Luego hubo una religiosa, providencialmente, una religiosa llamada la hermana Sor María Avellaneda, que falleció hace unos cuatro años, falleció en marzo del 2021. Sor María Teresa Avellaneda se puso en contacto conmigo y tuvimos los dos una amistad muy bonita, comentando cosas sobre la educación de los deseos. Ella era una gran pedagoga, una enamorada de la vocación educativa, educadora, y la verdad es que también gracias a ella, muchas reflexiones que ahora voy a hacer, gracias al diálogo que mantuvimos, hoy también las voy a compartir con vosotros.